*Dia Quince:
Abby despertó. Se levantó deprisa. Correteó hasta a bajo y encendió una ducha con agua caliente. Se preparó la ropa y se quitó el pijama. En diez minutos estuvo fuera, con la piel empapada. Tarareaba alguna canción mientras se escurría el pelo y se vestía con lo que había preparado. Se estaba abrochando las sandalias romanas cuando tuvo un puntazo en el pecho. No hizo mucho caso, solo se frotó la zona dolorida y se empezó a peinar. Se echó hacia adelante, tirando todo el pelo para aplicarse algo de espuma y lo secó un poco con la toalla. De nuevo un puntazo, mucho más fuerte. Algo ardía dentro de ella, subía y bajaba, del estomago, por la garganta. Le entraron ganas de llorar. De chillar. De dolor… pero su voz no salía. Se sentía mal, fatal. Parecía que tuviera la borrachera de su vida, se mareó en pocos instantes, su cabeza iba a estallar. Su mente quedó en blanco, sus parpados sostenían un par de lágrimas cada uno. Su labio inferior temblaba. ¿Se había adelantado? Sabía que estaba a un paso de la muerte. Y resulta que esta le estaba haciendo una visita, en esos mismos instantes. Las lágrimas resbalaron por su mejilla. Dolor, dolor, dolor… sus piernas cogieron flojera, tubo que doblarlas, apoyarse en el suelo, aún lleno de vapor. Algo nubló su vista. Lo último que sintió fue el ruido de su cuerpo caer contra las baldosas del lavabo. No era justo… aún quedaba un día.