Capítulo 7

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No paraba de reír al observar el rostro furioso de Carlos, él encendió el auto y después abrochó mi cinturón de seguridad comenzando a poner en marcha el automóvil, baje la vidriera y subí todo el volumen de la radio provocando que la música trastumbara en todo el auto, pero al instante Carlos termino con la diversión apagando la radio y subiendo un poco la vidriera de mi lado.

— ¡¿Qué te pasa?! — Le dije sin poder contener la risa.

— Estas ebria Amber. — Dijo negando con la cabeza pero jamás despegando la vista del frente. — ¿Cómo pudiste escapar de la casa de Connie?, ella esta tan preocupada.

— Que aguafiestas son, solo salí a divertirme un poco. —Dije cruzándome de brazos. — Aparte no tienes ningún derecho de ir a sacarme del club, te odio Carlos, te odio.

— No quiero discutir contigo, estas ebria no sabes lo que dices. — Hablo con un tono de voz bastante bajo.

— Y también drogada. — Confesé encendiendo la radio de nuevo.

— Eso es mentira. — Dijo encarándome.

— Dicen que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad. — Cerré los ojos tratando de conciliar el sueño pero Carlos detuvo el auto en seco provocando que despertara de un jalón.

— ¿Estás hablando enserio? — Preguntó girando su rostro para observar el mío.

— Más que enserio. — Respondí fastidiada.

— ¿Cómo pudiste?, te llevare al hospital. — Dijo encendiendo el auto de nuevo pero lo detuve quitando las llaves de sus manos.

— ¡¿Sabes?!, estoy harta que te entrometas en mi vida, parece que si me sucede algo te vas a morir, es mi vida y tengo el derecho de hacer lo que se me venga en gana, quiero vivirla al máximo y sin límites, déjame hacerlo Carlos, por favor déjame en mi casa y no me vuelvas a buscar. — Lance las llaves a sus piernas, golpeo el volante y comenzó a encender el auto para emprender en marcha.

El camino a casa fue bastante incomodo, ninguno de los dos decía nada, simplemente se escuchaba el sonido de nuestras respiraciones y el ruido de los autos.

Por fin llegamos a mi casa, hoy dormiría en la mía, no quería ver a Connie y menos escuchar el sermón como el de una madre, baje del auto tomando todas mis cosas y salí de el sin siquiera despedirme de Carlos.

Me adentre a mi hogar el cual lucía un poco sucio y desordenado, deje mis cosas sobre la barra de la cocina y después me recosté sobre el sillón tratando de controlar mi respiración la cual se encontraba agitada, mi cuerpo comenzó a sudar y sentirse tembloroso.

Cuando por fin estaba conciliando el sueño, unas terribles nauseas vinieron a mi garganta, de golpe me levante y corrí al baño, alcance llegar justo a tiempo antes de que vomitara en la estancia, el sabor amargo recorría mi garganta y mi paladar, enjuague mi boca con pasta dental y por ultimo con enjuague bucal.

Digamos que no tuve buena noche, las náuseas no se iban y el dolor de cabeza se hacía presente, baje por un vaso de agua y tome una manzana llevándolo a mi boca pegándole un mordisco, me encontraba viendo como el reloj cambiaba sus manecillas de posición cada minuto y escuchando su molesto ruido, ya eran las siete y aún seguía en la misma posición que hace dos horas.

El timbre sonó indicando que alguien estaba en búsqueda de Amber, yo, camine hacia la puerta sin siquiera preguntar de quien se trataba y me encontré con una Camila cruzada de brazos y con el ceño fruncido.

— ¿Qué quieres?, ¿También vienes a reprocharme? — Recargue mi cabeza sobre el marco de la puerta esperando a que iniciara con su sermón.

— ¿Qué te pasa? —Dijo con una voz realmente ronca mientras se adentraba a mi casa.

Alerta AmberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora