1. Cuarta parte

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Entre estos y los aparatos americanos, los dos comandos se trasladaban a pie por la arena del desierto lo que hacía la marcha muy lenta y fatigadora, y en medio de todo el "teatro" una insignificante nave de tono gris oscuro que parecía más una tabla de windsurf abandonada que el esperado platillo volante que pensaban visualizar los intrigantes excursionistas, pero que a pesar de ello y de haber sido derribada con anterioridad mantenía a todas estas naves de última tecnología sometidas e inoperativas.

Todo ello dio lugar en la sala a un auténtico silencio, no se oía ni respirar a nadie. Durante largos minutos, las caras de asombro de los allí reunidos eran palpables, sin decir una palabra, asumiendo la incomodidad de la situación. Pero al fin, terminando con este silencio, comenta el coronel:

—Mi general, necesitarán otros medios para trasladar la nave, podríamos contactar con las autoridades locales de la zona y preguntarles si disponen de vehículos de tracción animal que al parecer es lo único que funciona.

—Correcto McCann, ocúpate tú de la gestión, voy al aseo pues solo falta que me orine encima.

El comentario provocó una circunstancial carcajada por parte del coronel y una sonrisa entre los demás presentes.

—Peter, ¿tienes localizado el pueblo más cercano a la frontera? —comenta el coronel.

—Sí, mi coronel, es Comstock, está cerca de San Antonio. —Bien, pregunta entonces a las autoridades si nos pueden proporcionar un carruaje tirado por caballos.

—A la orden mi coronel. Minutos más tarde entra el oficial en la sala de mando y comunica las novedades. —Coronel, ni en el pueblo de Comstock ni en los alrededores tienen localizado ese tipo de transporte pero lo buscarán y nos lo comunicarán si lo encuentran.

—Bien Peter, ¿dónde está el general? —No lo sé mi coronel. —Llama al comandante encargado de las maniobras de la zona por si dispone casualmente de este medio.

—Eso quería decirle, le he dicho a un técnico que se comunique con ese departamento para solicitarles esta petición.

—De acuerdo Peter, muy bien. Mientras tanto, en el desierto se reunían todos los presentes en la zona explicando los primeros a los últimos en llegar los extraños acontecimientos mientras partían hacia la nave extraterrestre, excepto los dos informadores que se quedaron bajo una pequeña sombra de un cactus por estar extenuados al no tener costumbre en este tipo de marchas.

Desde el principio de la marcha los pilotos de los helicópteros comentan a los mandos del convoy terrestre lo sucedido a los helicópteros al llegar a la zona con todo lujo de detalle. Mientras, en el Pentágono entra el general en la sala de mando y pregunta al coronel.

—¿Cómo está el asunto? —De momento no tenemos caballos localizados en las localidades cercanas. Peter está preguntando al comandante encargado de las maniobras de la zona si dispone de este material.

Irrumpe entonces el oficial en la sala exclamando:

—Disculpe coronel, nos informa el comandante que no dispone de caballos, por otra parte tenemos al teléfono al capitán de comunicaciones de México preguntando si sabemos algo de su gente.

—Vamos a la sala de comunicaciones, McCann —propone el general—. Dile que las últimas imágenes del satélite muestran a sus dos helicópteros que los transportaban y que al parecer han aterrizado sin desperfectos aparentes; por el momento no tenemos más información, estamos a la espera de obtener más noticias del convoy terrestre y su helicóptero de apoyo. Le mantendremos informado —concluye el general en la sala de comunicaciones.

—De acuerdo, ¿podemos colaborar en algo? —repone el capitán de comunicaciones mexicano.

Mirándose los mandos y el oficial durante unos segundos sin decir palabra, pero seguro que pensando todos lo mismo, responde al fin el general.

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