4. Segunda parte

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Terminada la tarde, llegaron a la sala de mando cuatro especialistas más, dos de armas electrónicas de última generación y dos de experimentación de técnicas de propulsión. Los cuales eran puestos al corriente por Peter y McCann

Al tiempo que la "escolta" de la nave seguía haciendo su trabajo, situando el mando un helicóptero a cada lado de esta, otro detrás y un avión de combate, que la seguía desde arriba, dando vueltas en círculo, cuando esta se detenía.

En la sala de mando quedaban totalmente impresionados los recién llegados, después de ponerse al corriente de los acontecimientos. Comenta uno de estos:

—La bola de fuego que se señala en los informes podría tratarse de algo similar, a lo que en aeronáutica llamamos fuego de san Telmo, que es producido en el exterior de los aviones, a causa de la electricidad estática, cuando estos pasan cerca de alguna tormenta eléctrica.

—Sí pero, en este caso, la tormenta es originada por la propia nave —responde el coronel.

—Ya —contesta el especialista pensativo. Momento en el que aparecía Blas, el hacker, acompañado de un soldado, causando este una gran expectación entre todos los presentes, como si se tratase de un superhéroe. Lo cual hizo que el mismo general se levantara de la mesa para saludarle y estrecharle la mano.

—Soy el general Yacon, estoy al mando de esta operación, bienvenido, me alegro de conocerte.

—Yo también me alegro de conocerle, buenas tardes a todos, me llamo Blas. 

—Aquí nos reunimos para tomar las decisiones, arriba junto a la azotea está la sala de traducción de mensajes. Estáis realizando un buen trabajo. ¿Qué opinas de todo esto? —pregunta el general.

—Pues que es una suerte que la nave utilice un sistema informático y de comunicaciones muy similar al nuestro y que no tenga ninguna barrera de seguridad para acceder a su información. Por qué no vamos a la sala de traducción y verán cómo se accede con facilidad, después de que le instale el programa de acceso al ordenador —propone Blas.

—Vamos —replica el general. Aún no había salido apenas nadie de la sala, cuando Blas se sorprende de la presencia de Bryan, y le comenta…

—Está usted en todas partes.

—Por suerte para vosotros, yo me encargué de que vinierais —contesta Bryan mientras sonreía y le daba la mano.

—Se lo agradezco —repone Blas. Una vez instalado el programa y mostrando Blas la facilidad con la que obtenían información para ser traducida, le comenta el coronel:

—¿No te sorprende tanta facilidad para acceder al sistema? 

—Por supuesto, pero hay algo que me sorprende mucho más —confiesa Blas. 

—¿Qué es? —pregunta McCann. 

—Estamos a más de mil millas de distancia de la nave y, aún así, la señal se recibe con total claridad sin ninguna interferencia y con la misma intensidad que lo hacíamos desde el campamento, a solo unas dos millas de distancia. Por lo visto, utilizan unas hondas para comunicarse similares a las nuestras, pero las que utilizamos nosotros pierden intensidad con la distancia y solo se transmiten en línea recta. Por lo que necesitamos repetidores y amplificadores de señal para comunicarnos, pero la nave no —contesta este.

—¿Qué opina usted? —pregunta Blas a García.

Me sorprende tanto como a ti, y creo que hay algo más, aunque no estoy totalmente seguro. Una vez sintonizas la señal desde un sitio y captas algunos mensajes, parece como si el sistema de la nave lo almacenase en su memoria, y se preocupase de enviar los siguientes mensajes también a esas coordenadas —explica García.

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