Capítulo 7: A tu lado

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Finnick observó con dolor cómo ella se alejaba cada vez más de los tributos, pero todo el tiempo murmurando cosas sin sentido, no para quienes miraban la escena. Escuchó su nombre más de una vez, entremedio de todas las palabras que Annie soltaba. La vio meterse en un hueco, en una pequeña abertura de una montaña, seguramente la misma en que días atrás habían estado ocultos los dos tributos del distrito 4, con sus manos y todo su cuerpo sufriendo continuos estremecimientos, hasta que se sentó en el suelo y abrazó sus piernas, sin hacer nada más que eso en varios días, a excepción de cuando debía comer.

Desde ese momento, Odair se percató de que ella no estaba bien, pero mucho más tarde que los demás. Para cuando aceptó el hecho de que Annie había perdido la razón, ya todos la daban por muerta, ¿cómo podría seguir luchando en ese estado?  Sin embargo, Finnick seguía confiado en que las cosas irían a su favor, al menos eso deseaba con todo su corazón. Le lastimaba mucho el verla mal, el notar que ella no estaba realmente ahí, sino en un lugar escondido de su mente. Suponía que los acontecimientos eran demasiado crueles para una mente tan ingenua y débil como la que esa chica poseía.

Se levantó de la silla aquella mañana dispuesto a buscar un café y a conseguir más patrocinadores, además de averiguar si ese tipo de heridas, las mentales, eran sanadas por el Capitolio. Sabía que Mags estaría vigilando, pero no alcanzó a llegar a la puerta para cuando su corazón le obligó a volver. Todos esos días había estado pensando en que harían algo para juntar a los muchos tributos dispersos, algo grande debía ser, puesto que estaban muy alejados los unos de los otros.

Entonces las cámaras que estaban ocultas en un árbol, sufrieron un estremecimiento. Un sonido gutural salió de la tierra y pronto todo empezó a moverse. Finnick y los demás mentores supieron que era un temblor, mas no pudieron prever que sería, literalmente, un cataclismo, sino hasta que los árboles empezaron a desplomarse, los animales a esconderse y la tierra a abrirse. Se escuchaban los gritos de terror de los tributos que iban quedando, mientras que el primer gong acompañó a los truenos que reventaban bajo la corteza terrestre, por poco pasando desapercibido.

—Un terremoto —susurró Mags mirando a Finnick—. ¿Crees que…?

—¡La represa se ha roto! —exclamaron los comentaristas de televisión—. ¡La represa se ha roto!

La avalancha de agua empezó a recorrer todos los caminos, creando nuevas rutas y arrastrando con ella cientos de vidas de animales que no alcanzaron a refugiarse. El gong empezó a sonar varias veces y la cueva de Annie, quien se tapaba los oídos con sus pequeñas manos, no tardó mucho tiempo más en verse afectada y anegada por completo. El cuerpo de aquella joven se perdió entre el oleaje, logrando que el corazón de Finnick empezara a latir con desesperación al no poder visualizar a la chica que amaba cuando los cañonazos seguían sonando. ¿Cómo podría él saber que Annie no había muerto?

—Annie… —dijo el de cabello broncíneo con dolor—. Annie no…

—¡Ahí!

La voz de Mags llamó su atención y siguió su arrugado dedo hasta poder ver los brazos de una persona, para luego descubrir aquel rostro que tanto quería ver. Annie luchaba contra el oleaje, desesperada intentaba no hundirse en las fieras aguas que la rodeaban. Braceaba con fuerza, repitiendo una y otra vez el nombre de su mentor, dándose ánimos a sí misma para nadar y no cansarse tan rápido. Si se cansaba, cedería y moriría ahí, pero quería y anhelaba volver a ver a ese hombre que tanto le protegía, que le había enseñado a nadar. Era el momento de demostrarle que sí había aprendido, al menos esos pensamientos eran lo único coherente que su mente dictaba.

Finnick apretaba sus puños, resistía la inútil sensación de lanzarse en contra la pantalla, quería ayudarla y sacarla de allí, protegerla en sus brazos. Sólo él podía obligarla a nadar, como cuando la molestaba y la ahogada para asustarla, pero esa vez era diferente, quedaban pocos tributos con vida. Solamente dos más seguían en la lucha por sobrevivir, un tributo del 2 y otro del 5, nadie más. Annie llevaba ventaja, había pasado la mayoría de su vida nadando junto a Finnick en el grandioso mar que rodeaba el distrito en que vivía, no podía perder en lo que había practicado tanto.

El mentorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora