Mi reloj daban las 10:00 a.m. y más, el cielo estaba despejado, pero aún no se asomaba el sol. Mi hermana estaba junto a mí, nos habíamos reunido luego de clases.
-¡Al fin te encuentro! - me dijo casi gritándome al caminar hacia mí, y es que estaba aún lejos. -¿Qué haces? - preguntó.
-Estoy terminando un deber.
-¿O copiando? - volvió a preguntar, ahora con un toque de sarcasmo.
-¿No me conoces o qué? - le contesté casi riendo. - Estoy corrigiendo unas preguntas a las que no llegué al resultado.
-Oh, dime si te puedo ayudar. - me dijo, como siempre incondicional para mí.
Y es que en la escuela apenas nos hablábamos, con decir que no teníamos ni una amiga o amigo en común. A pesar de que somos mellizas, fue en el colegio que nuestra relación se afianzó. Llegamos a un colegio gracias a una beca por nuestras buenas calificaciones, y mis padres hicieron el esfuerzo por pagarnos todo el colegio, y gracias a Dios y a ellos nunca nos ha faltado nada.
-¿Quieres una galleta? - me preguntó una vez más, asegurándose de que me encuentre del todo bien, como siempre.
-¡Claro! - le contesté, sonriendo de oreja a oreja, pues ella sabe lo mucho que me gustan los dulces.
Mientras terminaba la tarea, antes de las clases extracurriculares, divisé a lo lejos un par de siluetas masculinas, pero al segundo volví mi vista al folleto. De alguna manera sentí que alguien se acercaba, pero no le presté atención; hasta que escuché a alguien pronunciar mi nombre... Era un desconocido, un desconocido llamándome por mi nombre, mi completo nombre...