Conviviendo con el enemigo. [Conviviendo #1]

16: Nunca creas en Cole.

Caminar por las calles del barrio debería ser algo divertido y festivo, disfrutando de todos los arreglos navideños que cada familia se había esmerado en colocar para recibir la navidad y el año nuevo. Sin embargo, me encontraba con un humor de perros bastante importante. Frustrada, más que nada y sin nadie con quien reírme un buen rato para distraerme de todos los pensamientos que invadían mi cabeza. Sin amigos a los que molestar, sin mi madre para pelear y sin ganas de aguantar el buen humor de Carol, estaba yendo al único rincón donde podía ser yo misma sin que me preguntaran todo el tiempo que me pasaba.

Levaba casi un mes viviendo en la casa de mi padre y sin ningún incidente hasta la fecha. Me había hecho muy cercana a Carol, quien se encargó de sacarme todos los detalles de mi vida sin que me diera cuenta. Además, me había enseñado un par de recetas que siempre había querido aprender y me pedía que le recomendara libros para leer. Agradecía que Taylor no se hubiera cruzado en mi camino y que, al parecer, hubiera decidido pasar de mí en todo el tiempo que llevaba en su casa.

Con Michael las cosas iban bien para lo que había sido nuestra relación. Mi padre realmente se estaba esforzando por reconstruir las cosas conmigo y más de una vez me había encontrado hablando de viejas historias o momentos que habíamos compartido con una sonrisa en los labios. Definitivamente estaba ablandando. Mis intentos por hacerme la dura y reacia a reconstruir nuestra relación se fueron al tacho cada vez que alguien mencionaba como él se había preocupado por mí pese a que lo había alejado. Pero el momento de mayor quiebre fue cuando entré en el despacho que tenía en la casa, el lugar donde atendía parte de sus negocios, y me encontré con un cuadro que tenía todas fotos mías, desde pequeña hasta una de las que mamá me había sacado para mi cumpleaños. Saber que me tenía tan presente, que era importante para él, hizo que se derrumbaran todas las resistencias que tenía. Ya no tenía reclamos, sólo la intención de volver a conocerlo y que él me conozca.

Sin embargo, aún con la predisposición a mejorar las cosas, no me terminaba de sentir yo misma en su presencia. Extrañaba a mamá. Realmente lo hacía. Me faltaba tanto la correcta Dra. Shelton para que, a veces, se convirtiera en la joven y tener que tomar el papel de la adulta sólo para llevarle la contra. O que me hablara de algún colega que tenía locas ideas que jamás podría concretar. Incluso extrañaba cuando regresaba de alguna cita a la que, con ayuda de Cole, la había obligado a asistir para que encontrara a alguien que la amara. Necesitaba de nuestra rutina de una manera que jamás podría explicar.

El único consuelo lo tenía cuando iba de visitas a lo de Cole, donde Beth se desvivía en atenciones conmigo mientras peleaba con su hijo para que se preocupara por mí. Esa mujer era grandiosa y siempre tenía una sonrisa para ofrecer. Ojalá hoy no estuviera trabajando. Tal vez estar sola, con mal humor, no estaba siendo la mejor opción.

O quizás tu mal humor se debe a que no sabes nada de cierta persona.

Suspiré sabiendo que esa era la verdadera razón. Desde la noche en la que Liam me había encontrado en medio de la playa contemplando el cielo, la noche en la que casi me beso, no había sabido nada de él. Por lo que Carol me había dicho, Paul tuvo un inconveniente familiar y Liam no dudó en acompañarlo. Y a mí me mataban los nervios. No podía pensar con claridad, ni siquiera me podía concentrar en un maldito libro. Sólo me mantenía recordando una y otra vez lo ocurrido en aquella noche, sintiéndome frustrada por no poder controlar mis malditos sentimientos.

—No me lo puedo creer —Levanté la vista y me encontré con Rossie sonriéndome, al fin una cara conocida—. Dime que estás sin hacer nada y tienes tiempo para mí.

Sonreí ampliamente ante su pedido. Observé su atuendo, el uniforme de la cafetería, dejándome claro que acababa de salir de su trabajo y que, por primera vez en mucho tiempo, coincidíamos con los horarios.