31: Un tropezón no es caída, pero...

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Riendo de una idiotez que Paul acababa de hacer, el día había pasado más rápido de lo que creía. De alguna forma me había encontrado yendo de compras con el mejor amigo de mi novio sólo porque Liam tenía que ayudar a Taylor con algún asunto. Mientras menos supiera, mejor para mí, no quería estar involucrada. La cosa es que me tocaba hacer la cena porque todos querían comer lasaña, gracias a que mi padre tuvo la maravillosa idea de recordarle a todos lo bien que me salía. En el momento en que Paul me vio yendo sola, no dudó en subirse al asiento del copiloto de Bree con la intención de hacerme compañía.

—Sabes, salir contigo es como salir con Cole —Le confesé al chico, que me llevaba del brazo por el supermercado—. Haces los mismo chistes aunque debo confesar que no compites con su alto nivel de ironía. En eso mi amigo es único, he de decir.

—Cole es único en muchas cosas —Paul puso los ojos en blanco mientras tomaba una bolsa de patatas fritas de la góndola—. Su dramatismo en una de sus características peculiares.

—Tienes razón —Me reí al recordar como le gustaba exagerar las cosas, con sus nombres telenovelezcos—. Tengo un amigo bastante particular.

—Especial, esa es la palabra. —Afirmó Paul mientras continuábamos con las compras.

Lo cierto era que la charla distendida que estaba teniendo con Paul me hacía olvidar el incidente que habíamos tenido con Liam un par de días atrás o el hecho de que debía hablar con mi padre acerca de la relación que mantenía con el hijo de su mujer. Estás en un gran aprieto si no abres esa bocota con tu padre de una vez. Porque, estaba segura, Taylor tenía mi tumba cada vez más profunda.

La chica sonreía cada vez que me veía, como si un extraño plan se estuviese trazando en su cabeza e, incluso, había llegado a pasarse la tarde riéndose junto a Amelia en la puerta de mi habitación. Si eso no dejaba en claro que mi muerte estaba planificada, no sabía exactamente que lo haría. Intenté no andar paranoica por la vida, siguiendo el consejo de mi amigo, pero era imposible con ese par de víboras cerca.

—Ya perdí a mi compañera de compras —Se quejó Paul cuando me vio con el ceño fruncido—. Pensé que te ayudaría a olvidarte de tus preocupación. Debo admitir que Liam está un poco rayado por no saber que es lo que te sucede.

—Él no tiene por qué enterarse de lo que te voy a contar, Paul, debes prometerme que no dirás nada —El chico asintió, serio, como si fuese a decirle el secreto de la paz mundial—. Cole realmente no es gay y se me confesó, y ahora no se que hacer...

—Samantha, eso jamás te lo creerá nadie —Sin embargo, conseguí despistarte. Paul puso los ojos en blanco—. He visto como tu amigo le hecha un ojo al trasero de Liam cuando no se da cuenta o como devora con la mirada a otros de nuestros amigos.

—Bueno, quería intentar sembrar un poco de discordia —Me encogí de hombros fingiendo inocencia—. Además, lo único que podría preocuparme es el regreso de mi madre y el conocer a su novio.

— ¿La doctora Shelton tiene novio? —Bingo. La táctica de distracción número dos había surtido efecto.

Le conté todo lo que sabía de mi madre teniendo algo más que conferencias en Berlín y como había cambiado en su estadía allí. Paul pasó por varias etapas mientras le contaba todo. Primero, la incredulidad absoluta, casi negándose a creer lo que le estaba diciendo. Segundo, el desengaño platónico producto de la admiración que sentía hacía el trabajo de mi madre y su fantasía de llegar a tener algo con ella. Cosa que nunca podría suceder. Y, por último, aceptación junto con un deseo de conocer aún más sobre la historia. Básicamente, desde el momento en que nos pusimos en marcha para regresar a la casa hasta le momento en que apoyé las bolsas de las compras sobre la mesada, la chusma que llevaba dentro salió a la luz y me preguntó mil cosas que no fui capaz de responder porque aún me las cuestionaba yo misma.

Conviviendo con el enemigo. [Conviviendo #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora