VI

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—Lo siento, pero el camarero que está buscando ya no trabaja aquí.

La mesera que me atendía se mostraba nerviosa. Apretaba la charola con ambas manos y la sostenía como un escudo contra su cuerpo. Siendo un alfa, estoy al tanto que mi presencia resulta intimidante, pero esto es ridículo. La chica actúa como si estuviera a punto de matarla por haberme dado tal respuesta.

—¿No tienes idea de la razón? ¿Sabes dónde fue?

Ella sólo negó con la cabeza, sin perder el temor en la mirada.

—¿Le traigo otro café? —me preguntó temblando y yo sólo quería que se marche. Si con eso aliviaba su miedo hacia mí, era todo lo que necesitaba.

—No.—le respondí sin más, aplastando un billete sobre la mesa.

Me alejé entonces. No tenía nada más que hacer en ese restaurante y tampoco podía quedarme tranquilo. Frank no me contestaba las llamadas y yo sospechaba que algo sucedía.

Quizá no era una genuina preocupación por el bienestar de ese omega, era mi orgullo herido quien se manifestaba colérico. ¿Cómo se atrevía ese omega a ignorar mis llamadas? ¿Pensaba que me iba a desafiar de ese modo y salirse con la suya? ¡Pues no!

No le iba a permitir escapar de mí de ese modo. Miles...No, Frank...no me contestaba el teléfono, tampoco se dejaba ver. Bien podía ir a buscarlo al muladar donde vivía. ¿Y qué iba a hacer? ¿Reclamarle por no atender a mis llamadas? ¿Por negarse a calentarme la cama? ¿De verdad quería repetir la sesión de sexo con Frank?

Si bien mi cuerpo lo agradecería, no era lo que yo de verdad quería. No era que Frank no me pareciera atractivo, simplemente no era lo que yo buscaba, esa ferocidad en la cama, ese fuego a la hora del sexo, sus manos arañándome la espalda, sus piernas anudándose sobre mis caderas, esos gemidos ahogados y...

—Elemiah, amigo. ¿Te volviste sordo? Hace rato vengo llamándote y tú sigues caminando.

Jim me alcanzó camino a mi auto. Olvidé que vinimos juntos.

—¿Sucede algo? ¿Un incendio? ¿No? ¿Entonces por qué tanta alarma Jim?

—A ti te sucede algo, amigo. No eres el mismo desde hace días. ¿Te sientes mal?

A veces me irritan sus preguntas, pero Jim es mi amigo y desde el incidente con Miles, intenta recuperar mi confianza por todos los medios. Ahí viene con una caja de rosquillas en las manos. No tengo hambre, no provoca nada dulce además.

—No es nada. Sólo es que el informante que tenía en mente se borró el mapa. Ya no trabaja aquí y tampoco me responde.

—¿El omega que me dijiste, no? Bueno, será muy bueno en la cama, pero no es el único Elemiah.

En ese momento sentí la necesidad de alejarme de Jim, aunque era una mejor opción a aquella de lanzarlo contra el tráfico. ¿Por qué le conté acerca de Frank? ¡Ah sí, porque no me dejaba en paz con sus preguntas!

—No me tomes a mal, amigo. Ese omega es atractivo y se deja dar como debe ser. Hasta a mí me entraron ganas de echarle mano, también. Claro, si no te molesta...

Me detuve entonces, en seco y a un paso de mi auto. Volteé a encarar a Jim, porque de pronto se me hizo insoportable seguir escuchándolo.

—Sí te molesta...Oye, Elemiah. Era sólo una broma...No te pongas así, amigo. Sólo una broma, no pretendo quitarte tu juguete de turno. Jamás haría algo como eso...

Subí a mi auto a toda prisa. Jim me siguió. Teníamos que regresar al cuartel, pero las palabras de Jim me quedaron rondando en la cabeza. Sí, Frank no era el único omega, era uno más de los tantos en esta ciudad. Sin embargo, no era el que yo buscaba.

Corpóreo y mundanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora