XXI

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—Les dije todo lo que que tú y ese otro imbécil querían saber, ahora déjame partir.

La voz de mi madre todavía resonaba en mis oídos. ¿Cómo podía dejarla atrás? Necesitaba regresar por ella. Jamás debí hacerle caso y partir. Debí traerla conmigo. Apreté el teléfono con tanta rabia que podía quebrarlo.

Masselli se interpuso entre la salida y mi necesidad de ir por mi madre. No tenía por qué quedarme. Conseguí un lugar seguro para Angelo y les di la información que querían. Laurie me necesitaba, tenía que volver por ella.

—No puedo dejarte ir. Es una trampa. Tú mismo dijiste que no puedes confiar en nadie, especialmente en Alessa y...

—No entiendes Masselli.  Ahora quítate de mi camino o lo haré yo.

Sin duda ella es una alfa en toda la extensión de la palabra. No conseguí amedrentarla, menos hacerla retroceder un centímetro. Maselli me enfrentaría sin vacilar un segundo Podría ganarle porque soy más fuerte que ella, sin embargo, nos haríamos daño.

—No estás pensando con la cabeza Samir.

—¡Quítate de mi camino, mujer!

—Estás yendo derecho a una trampa. No puedes actuar sin pensar las consecuencias.

—¿Qué carajo sabes tú de consecuencias? ¡Sal del camino mujer!

—Sólo vas a conseguir que te maten, Samir. Muerto no eres de utilidad para nadie.

Masselli creía que podía envolverme con su ridículo razonamiento. Claro que sabía bien que iba a morir al final de cuentas. De un modo u otro mi destino estaba escrito. Vico y Alessa me perseguirían hasta el infierno con tal de vengarse.

Sin embargo, mi madre estaba en juego. La perra de Alessa la iba a matar, estaba esperando hacerlo delante de mí. Esa maldita malagradecida de mierda. Masselli jamás entendería. Esa mujer tenía sólo una cosa en mente y no iba a seguir siendo una pieza más en su tablero.

—¡Sal de mi camino! —grité harto de escucharla.

Estaba decidido, si tenía que pasar encima de Maselli que así fuera.

—No Samir. —y ella me apuntó con un arma. —Si sales de este lugar será directo a la delegación.

—Maldita sea, Masselli. Tenías que ponerte difícil.

Ella es una alfa y su fuerza es impresionante, pero no va a poder medirse conmigo. Arremetí contra Masselli, no le di tiempo disparar. Le di un golpe en el brazo, pero no conseguí que soltara el arma. Usando el impulso que llevaba la arrinconé contra la puerta. Le sujeté ambas manos para inmovilizarla. Con la fuerza de mi cuerpo la presioné para que no pudiera escapar.

Me sorprendió por un momento su pasividad. No intentó zafarse como esperaba que lo hiciera. Tampoco soltaba el arma, la tenía unida a su mano. Podía romperle la muñeca con la presión que le aplicaba, sin embargo, ella no me daba tregua. Se aferraba al bendito revólver.

—Debiste quitarte cuando te dije, Masselli. Tengo que ir por Laurie, no puedo abandonarla.

—No puedo hacerlo. —fue su respuesta y casi sonó a una disculpa sincera seguida de un rodillazo a mi muslo izquierdo.

Quise creerle, pero me aferré más a ella, a quebrarla en pedazos con todo y puerta. Masselli reaccionó y empezó a forcejar conmigo.  Otro rodillazo consiguió hacerme perder el equilibrio.

Enrabiado como me encontraba le solté una mano para golpearla. Maselli se me adelantó y me conectó un puñetazo en la garganta. Tuve que retroceder mientras intentaba recuperar el aliento. Ella no me dio tregua, me empujó con todas sus fuerzas y tuve que buscar asilo tras un sofá.

Corpóreo y mundanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora