XV

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—Elemiah, hermano ¿qué te pasó?

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—Elemiah, hermano ¿qué te pasó?

De todas las personas del cuartel con las que me pude topar, tenía que ser Jim. ¿Verdad?

No debí venir a trabajar, pero tampoco podía quedarme en mi departamento. Un hotel, tengo que buscarme un cuarto para esta noche. No pienso volver a donde el olor a Miles todavía se cierne.

—Elemiah, amigo...

Jim no me va a dejar tranquilo si no le respondo. ¿Qué quiere que le diga? Que tuve el sueño más real de toda mi vida. Que cuanto más trataba de despertar, más real se volvía.

—Ven, ven conmigo Elemiah. Acá todos andan hablando. No es bueno que te vean así, hermano.

No me siento bien. La jaqueca que tengo me parte la cabeza en dos. La visión me falla y hasta siento náuseas por el dolor. Jim insiste que lo siga y hasta me toma del brazo.

—No es necesario Jim. Déjame tranquilo. Estoy bien.

No quiero que me toque. Quiero que se aleje de mí.

—No estás bien. Tu rostro... ven, vamos a la oficina del jefe. Vamos, Elemiah. No seas terco, amigo.

¿Qué carajo le pasa a Jim? No es nada. Tengo la cara hinchada, pero no es gran cosa. Las marcas en mi cuello son otra historia, pero igual nada de su maldita incumbencia.

Listo, estamos a solas. ¿Qué pretende? ¿Qué me esconda del resto del cuartel todo el día?

—Siéntate hermano, eso. Ahora sí.

Cierra la puerta y lo único que deseo es que se quede tras esta. Un poco de silencio me vendría bien. Necesito un momento para acomodar mis pensamientos.

—Elemiah Qué te pasó? ¿Cómo así? Dime hermano, ¿por qué estás así?

—¿Así?

Anda Jim, dilo. Que te mueres por saber de mi vida privada. Seguro ya sentiste el olor a Miles que no se me va todavía.

Tal parece que es imposible tener un poco de privacidad. Estar a solas un rato es demasiado pedir.

—Tienes la cara hecha mierda. ¿Qué te pasó? Si te metiste en problemas, me llamabas y ya. Sabes que siempre estoy dispuesto a ir a apoyarte.

—Te dije que no es nada, Jim. Como siempre exageras.

—¿Entonces cómo te hiciste eso? ¿Ah? ¿Te caíste en la tina, por las escaleras?

—Me caí de la cama.

Fue mi respuesta mientras suspiraba hondo y me recostaba sobre la silla. De verdad debí irme a un hotel a descansar. El dolor de cabeza sólo empeora y Jim no hace más que estorbar.

La cara de mi ex compañero fue digna de verse. Primero confusión y luego lo vi pelear contra su propia ira. Date cuenta Jim, no necesito tu ayuda.

Corpóreo y mundanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora