ZERO (III)

936 96 0
                                    

{ZAREB}

He matado a un humano.
Lo he devorado.
Hasta su muerte.
Pero no lloro.
No sufro.
No me arrepiento.
Solo me he dado cuenta de una cosa.
Sigo vivo.
No soy un muerto andante.
No soy un fallo.
Mi hora aún no ha llegado.
Entonces recuerdo que, cuando llegué a esta ciudad empecé a buscar comida pero no encontraba nada y así, por culpa del hambre, llegué a perder el sentido, y sentirme uno de ellos.
La locura me invadió.
Ya no más.
Me largo de este sitio.

Me encuentro de frente con media docena de fallos que me bloquean el paso.
Entonces actúo como ellos, pasos lentos y gemidos.
Voy hacia ellos y ellos hacia mí.
Me miran.
Y eso no es buena señal.
No se dispersan, todos vienen hacia mí.
No, no.
Esto ya no vale.
Tengo que cambiarlo.
Echo a correr, seguido de los fallos, que van más lentos, pero cada vez se suman más.

Me encuentro con un fallo vagando por una calle solitaria.
Cojo una piedra y me preparo a atacar.
Le golpeo, lo caigo, me echo sobre él y golpeo hasta dejarlo muerto, procurando no dañar mucho su cráneo.
Luego, lo arrastro hasta un piso, donde me encierro para conseguir mi piel a base de cuchillos de cocina.

Con mucho cuidado, empiezo a cortarle la carne de la cara.
Ya lo hice una vez y no es algo que se me de mal.

Cuando está todo retirado, empiezo a coser la carne como si de una máscara se tratara, la cual me colocaré sobre la cabeza cuando la sangre se seque.
Me quito la otra piel y la tiro al suelo.

Paso la noche en el piso.
Con una linterna, alumbro el cuarto de baño.
Hay un cuerpo muerto de una mujer en la bañera, con algo de agua, mezclada con sangre.
Retiro el cuerpo y me meto en la bañera.
Allí me quedo dormido.

Al día siguiente, con la luz del día, encuentro una radio que aún funciona.
La activo sin esperanzas de encontrar ninguna noticia en el apocalíptico mundo.
Pero me equivocaba.
Una transmisión de radio avisa de un lugar que aún no ha sido infectado, que se mantiene en pie gracias a la fuerte presencia militar.
Nueva Zelanda, Oceanía, o por lo menos, lo queda de ella y no ha sido destrozado por las fuerzas militares para eliminar la amenaza.
Suena a que ha habido muchas muertes inocentes en el proceso, pero si es por el bien de conservar la humanidad, han hecho lo correcto.

Por la tarde, salgo del piso, con la nueva piel.
Pruebo a pasar desapercibido entre los fallos. Funciona.

Continúo mi camino hasta que encuentro un vehículo en perfecto estado.
Me subo y comienzo la marcha hacia mi nuevo objetivo.
Tengo claro lo que voy a hacer a partir de ahora.
Ya no estoy perdido.
Soy consciente de que no soy un fallo y de que puede que nunca lo sea.

Apocalipsis ZeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora