15 de Diciembre de 2013.Guillermo se levantó de golpe y la luz le achicharró los ojos. ¿Qué hora era? Miró al celular que estaba en la mesilla. Sin batería. ¡Coñoooooooooo! Buscó en un cajón el reloj de muñeca que siempre utilizaba...
-¡Coñooooooooooo!- gritó mientras se levantaba de un salto. Ni siquiera se preocupó por asegurarse de pisar primero con el pie derecho. Corrió a toda prisa a su armario y se puso lo primero que encontró, gracias a Dios que siempre tenía la ropa bien doblada. Se puso el reloj a toda prisa y salió de su habitación con los zapatos a medio poner y abotonándose el pantalón.
Su madre estaba en la cocina.
-¿Qué son esos gritos niño mal hablado?
-¿Mamá porque no me levantaste? Mi cita era a las 9.
-¿Y que hora es?- preguntó la madre de Guillermo mientras este se llenaba la boca con galletas y se empinaba la leche directamente del envase.
-'om 'as osho curenta y finco- se le salía la leche por las comisuras de la boca.
Salió corriendo a la sala.
-No comiste bien- gritó su madre.
Guillermo tomó su mochila, se la cruzó por el cuello y salió corriendo hacía afuera.
-Nos vemos al rato- gritó en la puerta- te quiero- se escuchó desde la calle.
Llegaba tarde, llegaba tarde. Aquel día empezaba las practicas escolares y se había desvelado, se había desvelado leyendo historias y no se había preocupado por cargar el teléfono celular.
Ya conocía al gerente de aquella empresa, claro, era amigo de su padre, pero ese día lo iban a presentar en los departamentos en los que ayudaría. Claramente el señor Gómez le había dicho que tenia que ser puntual porque a las 10 tenía una cita importante.
Y Guillermo llegaría tarde, así era su suerte, la peor del mundo. ¡¡Vaya primera impresión!!
El taxi llegó cinco para las nueve al edificio, y Guillermo salió corriendo mientras el taxista intentaba devolverle el cambio. Llegó al elevador, pero como no se daba la prisa suficiente, terminó subiendo por las escaleras de la derecha, al fin y al cabo, solo eran cuatro pisos.
Llegó al cuarto piso justo cuando el elevador se abría. Estaba acalorado y enrojecido de tanto correr, y sentía que tenia sudor en el pecho y espalda.
El entrecejo de Samuel se frunció cuando las puertas del elevador se abrieron. Si no se equivocaba, ese chico que acababa de subir por las escaleras era el mismo que había salido corriendo hacia ellas en el primer piso mientras el elevador se abría un segundo después. Samuel había subió en el.
Lo divertido de la situación hizo que las comisuras de sus labios se curvaran, apenas un poco. Llevaba semanas sin una sonrisa y aquello lo tomó como una señal de que se recuperaba.
El chico salió corriendo hacia el fondo del pasillo a la izquierda y Samuel se dirigió hacia la derecha. Saludó a Candy.
-Buenos días Candela Pura.
Candy se extrañó de inmediato, tenía semanas que Samuel se hallaba distraído y no la había molestado con aquel sobre nombre que tanto le molestaba.
-Buenos días...- dijo con temor.
Samuel se metió a la oficina doble y se dirigió a su cubículo.
Guillermo habló con una chica que estaba al fondo del pasillo izquierdo y resultó que se había equivocado de dirección, así que tomó hacia la derecha a toda velocidad hasta terminar frente a una muchacha que había visto un par de veces antes. Tenía el cabello rubio, una nariz pequeña, y una piel de porcelana. Era muy guapa. Ella lo saludo con un caluroso "buenos días" y le dedicó una sonrisa muy adorable.