A penas había conseguido conciliar el sueño aquella noche después de que Izan se fuera de mi habitación. No podía dejar de pensar en cómo la había liado durante la pasada noche, y lo que más me preocupaba era quién me habría traído a mi habitación.
Me levanté con cuidado de no tirar las sábanas por el suelo y me froté repetidas veces los ojos. La cabeza aún me explotaba. Rebusqué entre los cajones de mi habitación con la esperanza de encontrar una aspirina pero no obtuve resultado alguno. Decidí adentrarme en el baño con ropa interior limpia y un chándal algo desgastado, el cual me coloqué después de darme una ducha rápida.
Salí de mi habitación y me dirigí hacia la de Olivia con la intención de que ella tuviera algún tipo de pastilla que pudiera calmar mi dolor de cabeza. Golpeé su puerta con cuidado tres veces y pasados dos minutos se abrió.
—Olivia, dime que tienes una aspirina. —Al mismo tiempo que se lo iba diciendo me iba adentrando en su habitación.
—Quédate quieta ahí.
Mis pies se pararon en seco pero para la desgracia de mi amiga, ya lo había visto todo.
— ¿Qué has hecho?, o sea... Déjalo, prefiero no saberlo.
—No es nada malo, Blue.
—Yo no quiero saber nada. —Levanté las manos dejando ver que me desentendía y salí por la puerta.
Me avergonzaba ir a ver a Izan, pero antes o después me lo iba a cruzar y tenía muchas cosas que aclarar. Me di la vuelta y me planté delante de su puerta con la esperanza de reunir el valor suficiente y llamar. Inspiré y expiré varias veces todo el aire que me cabía en los pulmones, posicioné mis manos en forma de puño y dejé que mis nudillos chocaran contra la puerta marrón. Una vez dado el paso, solo tuve que esperar unos segundos para que la puerta abriera.
—Pasa, anda. —Una voz algo ronca me invitó a adentrarme en su cuarto.
Accedí inmediatamente y cerré la puerta cuando ya estaba situada dentro.
—Izan. —Volví a tomar aire. — ¿Tienes alguna pastilla para el dolor de cabeza?
Dibujó una media sonrisa en su rostro y se levantó de la cama acercándose hasta el cajón de su escritorio del cual extrajo una caja de ibuprofeno.
— ¿Te vale?
—Muchísimas gracias.
—Ten. —Me tendió su mano con un botellín de agua. —Tómatela ya.
Asentí dándole a entender de nuevo mi agradecimiento. Extraje la pastilla de su envoltorio, la introduje en el interior de mi boca y con un pequeño trago de agua dejé que esta recorriera mi garganta.
Una vez hecho esto, Izan me dejó un lado en su cama para que me situara a su lado.
—Lo siento. —Pronuncié mirando al suelo.
—Recuérdame que a la próxima no te deje beber. —Sonrió.
— ¿Hice muchas tonterías?
—Pues mira, bailaste delante de todo el mundo de una manera algo pervertida, luego te subiste a la barra y seguiste bailando pero aún peor, luego te agarraste a mi cuello y después sin dejarme tiempo de reacción te fuiste con algún desconocido.
—Espera, espera... —Analicé la situación. — ¿Me agarré a tu cuello?
— ¿Te lo cuento todo o prefieres vivir en la ignorancia?
—Dudé un minuto. —Cuéntamelo.
—Me dijiste que era guapísimo y que estaba muy bueno. —Rió. —Y luego te abalanzaste sobre mi cuello y... —Dudó. —Me invitaste a salir fuera.
—Madre mía. —Mis mejillas comenzaron a arder. —Lo siento. De verdad que lo siento.
—Sheila, si no hubieras estado borracha me habría encantado salir fuera contigo.
Al pronunciar esas palabras, mi estómago se revolvió y algo me incitó a que quisiera aproximarme más a él.
— ¿Estás segura? —Me preguntó plasmando sus manos en mis hombros.
—Supongo que no. —Me aparté siendo lo menos brusca posible. —Lo siento, siempre la fastidio.
—Tranquila. —Situó mi cabeza sobre su pecho y me apretó con fuerza.
— ¿Por qué todo es tan complicado?
— A veces somos nosotros los que nos empeñamos en complicarlo todo.
—Eres el chico que más me ha atraído en mi vida, Izan. —Cogí valor. —Pero a la hora de la verdad no soy capaz de hacer nada y no quiero hacerte daño.
—Basta de temas serios. —Me interrumpió mi amigo sonriendo. — ¿Sabes que ayer Joel y Olivia se fueron juntos a la cama?
—Si te digo que lo primero que he visto al despertarme han sido los calzoncillos de Joel por el suelo, ¿me crees?
—Al final sí que van a ser un peligro.
—Ni que lo digas. —Bufé.
—Oye, Sheila... ¿Y el chico de tu clase no te gusta? —Cambió de tema.
—Es un estúpido.
—Pero... ¿Te gusta?
Me quedé pensativa.
—Me parece guapo, solo eso. —Puse los ojos en blanco. —Hay muchos chicos guapos y si sólo tiene eso, no compensa.
—Me gusta como piensas. —Sonrió. — ¿Te vienes a comer?
Miré la hora en mi móvil.
—Estaré encantada de acompañarte a comer, señor Miller. —Puso el brazo en jarra y me agarré a él.
Ambos salimos del cuarto de Izan haciendo el tonto. Una vez terminado el pasillo, nos adentramos escaleras abajo y nos dirigimos hacia el comedor. Una vez allí, cada uno escogimos nuestra comida. Ese día yo me decanté por pechuga de pollo y un poco de ensalada.
—Tu siempre comiendo tan sano. —Me dijo Joel, el cual se encontraba cogiendo su comida.
—Tú prefieres comer otra cosa, ¿no?
—Tranquila. —Me frenó Izan, el cual ya se encontraba a mi lado.
Comencé a comer sin prestarle atención a nadie cuando de repente mi móvil empezó a sonar, dejé los cubiertos sobre el plato y descolgué mi móvil.
— ¿Quién es? —Pregunté debido a que era un número oculto.
—Sheila, tengo que decirte que aún borracha sigues estando guapísima y que tu pijama de ositos te sienta fenomenal, aunque yo sigo prefiriendo el vestido negro.
Mis ojos se abrieron como platos, pero antes de que pudiera decir nada, la otra línea colgó.
—Sheila, ¿qué pasa?
—Este número oculto, fue quién me trajo anoche. —Contesté mareada.
Muchas gracias a todos los que le estáis dando una oportunidad a mi novela y la estáis leyendo. ¡Sois maravillos@s! ♥♥
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BLUE
Teen FictionLo recordaba tal y como lo viví. En algún momento de mi vida había ocupado ese lugar. Ese mismo lugar que ahora se encontraba mucho más distante pero que seguía llegándome a lo más profundo del alma. Todos los derechos reservados por Safe Creative. ...