Capítulo 4

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El desayuno estaba recién hecho. Esa mañana decidí tomarme un café mientras leía el periódico de la residencia. Al parecer dos chavales de unos veinte años se estuvieron bañando desnudos anoche en una de las fuentes de la residencia y habían sido sancionados limpiando el recinto durante dos meses.

No pude evitar echarme a reír cuando empecé a imaginármelo, lo cual me relajó notablemente del pensamiento de que a las once y media tenía la presentación en la universidad.

— ¿Eres amiga de Olivia? —Una voz femenina me asaltó de golpe.

—Sí. —Dudé. —Supongo.

— ¿Sí o no?

—Sí. —Confirmé nerviosa.

— ¿Qué hace con ese chico?

— ¿Qué chico?, ¿quién eres? —Empecé a sentirme molesta.

—Uno de su pasillo, Joel.

—Serán amigos. —Contesté seca. — ¿A qué viene este interrogatorio?

—Soy la hermana de Olivia.

Mis ojos se abrieron como platos.

— ¿Su hermana?

Asintió.

—Me llamo Karen.

—Yo soy Sheila.

—Espero que mi hermana no haga demasiadas tonterías.

— ¿Es tan grave que pase tiempo con Joel?

—Sheila, mi hermana pequeña, no piensa las cosas, simplemente se deja llevar y eso a veces no es bueno.

Desde que había conocido a la hermana mayor de Olivia, nunca había estado tan de acuerdo con ella.

— ¿Qué quieres que haga yo?

—Vigilarla.

— ¿Pretendes que le dé la charla sobre lo que se debe hacer o no con un chico?

—No, pretendo que mi hermana no acabe embarazada con dieciocho años.

—Debe pensar por ella misma, Karen. —Expuse algo cansada del tema.

—No estoy tranquila.

—Creo que estás exagerando.

—Eso espero.

—Bueno, tranquila. —Desistí. —Yo hablaré con ella.

—Gracias. —Me contestó más tranquila. —Mantenlo en secreto.

—Está bien. —Bufé. —Confía en mí.

Dichas estas últimas palabras, la hermana de Olivia salió rápidamente por la puerta de la cafetería.

— ¿Vas a la facultad?

—Sí. —Contesté sin darme cuenta de con quién estaba hablando.

— ¿Me puedo ir contigo?

Mire hacia delante y pude volver a admirar una vez más esa preciosa sonrisa a juego con unos brillantes ojos.

—Por ser tú, sí. —Contesté sacándole la lengua mientras me levantaba de la mesa.

Nos encaminamos juntos hacia la salida, la universidad no estaba muy lejos pero aun así eran quince minutos andando.

—Izan, ¿puedo confiar en ti?

Noté como su rostro se endurecía notablemente.

—Claro, ¿por qué?

—Pues verás, ha venido a hablar conmigo la hermana de Olivia.

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