8

25 0 0
                                    



—Este... bien —trato de aclarar mi garganta—. Hola. Estamos bien.

Siento la mirada taladrante de Zaid sobre mí, y miro a otro lado.

—Hola, Mike —dice, y se estrechan la mano.

—Así que, ¿ustedes son amigos de Shannon?

Es obvio que él lo sabe, sin embargo, hay una tensión tan fatídica que trata de... romper la tensión, creo.

—Sí —murmura Zaid, con un tono indescifrable.

—Oh, bien.

Shannon, que nos estaba observando, dice:

—De acuerdo, Mike ella es Lids, como le digo yo —sonríe—. Lids, él es Mike, mi compañero en la universidad.

Él me observa atentamente, quizá preguntándose por qué actúo tan raro.

¿Por qué no me recuerda?

—¡Fiesta! —grita JJ, ya borracho y haciendo que dé un salto.

—¿Qué te pasa?

Y otra vez me sobresalto, pues Zaid me ha pillado desprevenida.

—Yo... de pronto no me siento bien.

Me mira.

—¿Quieres irte?

—Por favor.

Él tarda un momento en contestar, aun observándome.

—De acuerdo.

Le dice algo a Chuck, que ultimadamente son muy amigos, le da un abrazo a Shannon, que empieza a reclamar por habernos marchado tan rápido, y luego se despide de los demás.

Viene hacia mí, me toma del antebrazo y nos dirigimos a la puerta.

Gracias a Dios ha traído su coche, así que no es problema a la hora de irnos sin tener que esperar a nadie.

Subo al coche, Zaid me sigue y arranca rápidamente. Recuesto mi cabeza en el cabecero del coche y cierro los ojos, tratando de ralentizar mi respiración.

Veinte minutos después, siento como se detiene el coche.

—Lind.

Al oír la voz de Zaid, salgo de mi trance y lo miro, algo aturdida. Apaga el coche. Estamos frente a mi casa.

—¿Sí?

—¿Estás bien?

Normalmente, cuando estoy mal y Zaid me hace esa misma pregunta, lo hace de una manera tan zalamera y atenta que me siento secretamente tan protegida y querida... sin embargo, esta vez no siento más que preguntas ocultas.

—Estoy bien, no te preocupes.

—¿Qué te ha pasado en el club?

—Pues... no lo sé, solo me he mareado.

Siento esa misma mirada taladrante que me dio en el club.

—No mientas, Lindsay —musita.

Lo miro, sintiéndome horrible.

—Alzas una ceja cuando lo haces, ¿recuerdas? —me dice suavemente.

Pero yo prefiero que grite, que reclame o incluso que pregunte.

Inspiro hondo.

—Lo siento.

—Está bien —asiente, y sigue mirándome, como esperando una explicación.

Radical ChangeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora