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Zaid me dejó en casa después de la maldita llamada. Fue a resolver algunos asuntos de los cuales no quiso hablar hasta nuevo aviso, sus palabras exactas. Me molesté con él, pero luego decidí que debía respetar su espacio.

Estuve a punto de decirle que no dudara en buscar ayuda de Los Ángeles Negros, pero empecé a dudar después. No quiero que vaya a pensar que soy una salvaje que todo lo resuelve a golpes, tampoco quiero espantarlo.

Así que fui a casa de Shannon para hacer algo productivo. Empezó a platicarme sobre un chico con aires misterioso en la universidad. Luego nos pusimos a hacer una lista de lugares a los cuales Bruno podría ir y esconderse.

No fue muy larga.

Solo cuatro lugares, y no podrían estar en ningunos, son muy evidentes. Excepto Inglewood. Nunca llevó ahí a Shannon. Descartamos los demás lugares y fuimos con el oficial Kingston. Después de esperar a que terminara con una denuncia, nos recibió.

—Buenas noches, chicas —su frente se arruga, quizá preguntándose qué hacemos aquí a esta hora.

—Kingston —saludo—. Queremos saber cómo va la investigación con Bruno Jones.

Él suspira.

 —¿Hay novedades? —apremia Shannon.

—De hecho, sí las hay.

—¡Alabado sea el señor! —exclama Shannon estúpidamente, y por una vez no la culpo—.Ya era hora.

—No debería entusiasmarse tanto, señorita Hayes—. Murmura Kingston—. Aún no sabe que es lo que ha pasado.

—Entonces díganos —replico suavemente.

—Hemos estado tras su pista. El señor Jones ha sacado dinero recientemente de un banco, una cantidad no muy pequeña, tampoco escandalosa. Ha sido visto por varios en una tienda comprando ropa rara, quizá para disfrazarse. Mañana llegan los videos de la cámara de seguridad.

—¿A qué hora?

—Oh, no. No hace falta que vengan a husmear. Tranquilas, si algo extraño pasa, las llamo. Ténganlo por seguro.

Louis estaba aburrido, así que llamó a JJ y vinieron a visitarme. No sé qué tenían en mente, pero no era pasar rato conmigo en el sofá.

—Joder, estoy aburrido —refunfuña Louis.

JJ asiente, haciendo saber que está de acuerdo con él.

—Bueno, mi casa no es un centro de diversiones y yo no soy una jodida payasa.

—Oye, tranquila, fiera —reclama Louis, burlesco.

JJ para de tomarse la enésima cerveza robada de mi nevera para reír.

—¡Jesús! —Toca a Louis un poco demasiado fuerte en el hombro—. ¡Mírala, está toda roja!

Louis me echa un vistazo para hacer lo mismo que JJ.

—Yo... ¿Qué? —me siento tan tonta ahora mismo—. ¡Cierren la boca, cretinos! Eso no es verdad.

—Sí lo es —ríen al unísono.

—¡Ugh! ¡Largo!

—¡Oh, vamos! No te enojes.

—Cállate, JJ.

—Escucha, los chicos van a una fiesta esta noche, dile Shannon y a Ansel —murmura Louis.

Radical ChangeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora