El museo que es mi pecho.

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Bienvenidos, señoras y señores,
al típico corazón con goteras
protagonista de todas las historias de desamor.
No les invito a sentarse porque está todo lleno de polvo, aunque si encuentran algún rincón que no sea un desastre les pido por favor que no se sienten ni hagan fotos.
La ilusa de la dueña lo está reservando para otro de su misma especie que también bombee a duras penas.
Como si todavía no se hubiese dado cuenta que las piezas iguales no encajan ni aún haciendo presión.

Si miran a su derecha,
podrán observar un borrón de tinta que se ha intentado quitar varias veces.
Leyendas antiguas cuentan que se remonta a un abril donde unos ojos marrones que escuchaban Heavy Metal
lo tiraron todo por la borda
por una falda más corta
y con unas flores mucho más bonitas.
Expertos en poetas desdichados también plantean la hipótesis
de que sea fruto de una retahíla de noches en vela,
pensando en unas pestañas que eran capaces de apagarlas todas
con sólo una subida y bajada de telón.
También hay libros por todas partes
con las esquinas dobladas
y tazas de café frío, cuyos pozos deletrean el nombre del mismísimo diablo;
ligueros rotos,
maquillajes corridos,
cigarrillos a medio terminar
y desesperanza producida en masa.
Y todo esto producido por un imbécil que no valía ni la mitad.

A la izquierda,
no hay nada.
Está vacío.
Como la portadora del que late.
Ni el peor grupo de música Folk lo contrataría
porque tiene los latidos más desacompasados de todo el mundo.
Tú le dabas ritmo y se lo quitabas a partes iguales.
Ahora el pobre está tan confundido que no sabe que hacer
y mezcla un poco de las dos partes para llamar tu atención
y que de una vez por todas vengas a visitar a las víctimas que dejó tu terremoto.
Pero ni con esas. 🍃

Vehemencia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora