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Sábado 15 de agosto 3:35 pm.
̶ ¿Amira...?. – Pregunté susurrado, mientras escuchaba las risillas de la mujer más hermosa y despampanante de todo Rusia. - ¿Dónde estás?. – Pregunté divertido.
Juagábamos a las escondidillas como era poco habitual, las mujeres no podían compartir a solas con los hombres pero siempre buscábamos la manera de estar solos para conocernos mejor.
Esos ojos verde esmeralda intensos llamaron mi atención desde el primer momento y es que Amira era un ángel, ese rostro tan inocente y esa limpieza en el alma eran simplemente atrayentes.
̶ ¡Te tengo!. – Grité al atraparle entre mis brazos a la vez que ella liberaba mis ojos de su obscuridad.
̶ Eres bueno en esto... mejoras cada vez más. – Dijo entre risillas alegrijes.
̶ Tengo la mejor maestra. – Dije sonriendo descaradamente mientras le plantaba un beso corto en los labios.
̶ Si claro.. –Dijo seductora, su cabello castaño bailaba con el viento, sus risos eran largos y sedosos.
̶ Desearía que fueras mi esposa. – Dije mirándole lleno de adoración.
̶ Serias un muy mal esposo. – Dijo a modo de burla dejando en su expresión una mueca que me hizo carcajear.
̶ Eso no podrías saberlo. – Insinué juguetón, mientras jugaba con el lazo atado a su cintura, ese vestido azul intenso le quedaba encantador, era como tener una rosa azul rey en tus manos.
̶ No sé si quiera adivinarlo. – Dijo divertida.
̶ Pues... yo creo que ya va siendo hora. – Dije dejando nuestro abrazo mientras me ponía de rodillas y sacaba de mi bolsillo una cajita de terciopelo negra, la cual abrí para dejar al descubierto su contenido, un anillo de compromiso de un zafiro azul, delicado y muy acorde a su personalidad.
Parecía no creerlo y sin siquiera hacer la pregunta se abalanzó sobre mi abrazándome, llena de emoción.
Minutos después se calmó y por fin pude hacer la pregunta.
̶ Amira Petrov... ¿Me concederías el honor de ser mi futura esposa?. – Pregunté como todo un estúpido enamorado, mientras ella con lagrimas en los ojos aceptaba aquella petición, haciéndome sentir el hombre más feliz del mundo.
Celebramos solo nosotros por unos minutos haciéndonos promesas hasta la eternidad, no podía esperar para contarle a mis amigos y hermanos de vida, para gritarle al mundo que a partir de este día yo sería el hombre más afortunado de toda la tierra.