Miré tantas veces el número de Ed que me lo memoricé. No me había llamado hasta el mediodía y estaba impaciente.
Marqué su número, pero antes de que pueda apretar el botón verde mi celular sonó.
-¿Hola?
-Hola, soy Ed. -Respondió la voz masculina al otro lado del teléfono.
-Hola, mm, soy yo. -Una sonrisa se dibujó en mi cara.
-¿Te llamas "yo"? -Reímos.
-Me llamo ______.
-Bien, bonita, ¿Estas libre? -Preguntó y no, no estoy libre. Mierda.
-Ed -Dije desilusionada-. Tengo que ir a trabajar, entro en una hora. Lo lamento.
-Entonces encontrémonos ahora. ¿Qué dices?
-Claro. -Me ruboricé.
Quedamos en encontrarnos en una heladería cerca de la cafetería donde trabajo.
¿Qué esta pasando? Soy yo y mi ídolo, mi ídolo y yo. ¿Esto está bien? Quizás no es nada, seguro el sale con chicas en sus tours.
Cuando llegué el estaba sentado en una mesa, mirando su celular.
-Hola -Dije algo tímida.
-______, Hola.
Se paró y fuimos a pedir nuestros helados.
-Te debía esto. -Dije dándole la misma cantidad de dinero que me había prestado la noche anterior-. Gracias.
-No, dije que era un regalo.
-Vamos, tómalo.
-Es un regalo. -Dijo tomando mi mano extendida y llevándola hacia mi.
-Bien. -Me senté y comencé a saborear el helado.
No podía creer estar tan cerca de alguien como el.
-Em, ¿Por qué haces esto? Quiero decir, ¿Siempre lo haces? -Pregunté.
-¿Esto de salir con alguien que no conozco y podría raptarme? -Reímos-. No, nunca hago esto, pero no lo se, creo que eres interesante.
-¿Interesante? ¿Cómo sabes eso? -Pregunté.
-Lo veo en tus ojos. -Dijo tomando mi mentón y acercándome solo un poco a el.
Me solté, me sentía incomoda en realidad.
-¿Qué te sucedió? -Preguntó mirándome fijamente a la cara.
-Nada importante, en serio.
-No me engañas.
Me puse nerviosa, prendí un cigarrillo.
-¿Quieres? -Pregunté.
-No, gracias. ¿Y bien? Cuéntame.
-Entiende que me da vergüenza, me tendrías lastima si supieras la mitad de mi vida, doy pena. -Dije con una sonrisa.
-¿Algún día lo sabré?
-Déjame confiar en ti y lo sabrás. -Yo se que puedo confiar en el, solo lo se.
-¿Cómo hago eso?
-Lo sabré, supongo que lo se, pero necesito tiempo, no quiero que salgas corriendo.
-No saldré corriendo. -Me sonrió.
-Ya, bien, ¿Qué quieres de mi?
-Quiero conocerte.
-Créeme, no quieres hacerlo. Te diré algo, estoy sola. Realmente sola.
-¿De qué hablas? No se puede estar solo en el mundo, ¿Madre, padre? -Negué con la cabeza-. ¿Abuela? ¿Nada?
-Nop. Nada.
-Bueno, contarás conmigo. -Me sonrió y me ruboricé.
-Tu te irás en menos de una semana.
-Mantendremos contacto.
-¿Siempre eres así? -Dije riendo.
-¿Cómo? -Siempre con una sonrisa, es perfecto. Dios mio.
-Tan positivo, te sienta bien, tu sonrisa es hermosa. -Mierda, me ruboricé otra vez, se me escapó.
-Bueno, la tuya igual, pero no muestras los dientes. -Dijo sonriendo aún.
¿Los dientes? Nunca llegué a tal punto de felicidad. O si, pero no en compañía de alguien.
Le mostré mis dientes en una reluciente sonrisa. Suspiró.
-¡Eso! ¡Si señor! Eso es una sonrisa perfecta. -Me mordí el labio inferior y mis mejillas estaban echas fuego.
-¿Gracias? -No sabía que decir-. Escucha, debo irme.
-¿Por qué?
-Recuerda, estoy sola, me tengo que mantener. Sin trabajo no hay dinero, sin dinero no hay comida y sin comida no hay vida. -Reí -Adiós, eres adorable.
-Eso te iba a decir yo.
Me ruboricé.
-Te ruborizas cada vez que hablo. -Y esta vez los dos nos ruborizamos.
-Bien, adiós. -Dije y besé su mejilla.
Me di la vuelta y comencé a caminar.
-Espera, ¿Donde trabajas? -Preguntó.
-En la cafetería, a una manzana de aquí. ¿Por qué?
Se encogió de hombros. -¿Te acompaño?
-No, gracias, tienes muchas fans ahí.
-No importa, te acompaño.
-Gracias, pero puedo ir sola.
-Si te arrepientes estoy aquí.
-Está bien, gracias.
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