The Last Kiss | l.p

Capitulo1

Llego a la planta baja del edificio donde vivo, incluso desde la salida del elevador puedo escuchar el enorme ajetreo de la ciudad, bocinas de autos, gente hablando y gritando, es medio día y es la hora perfecta en la que todos salen a almorzar por lo que hay más trafico. Salgo y los fuertes rayos de sol me ciegan un poco, saco mis Ray-Ban y me los pongo. Hace un calor de los mil infiernos pero me gusta, sobre todo porque amo usar sombreros y lentes, justo como ahora.

Llego al semáforo y me detengo hasta que cambie de color, la gente corre de aquí allá, pero por ahora yo puedo estar tranquila porque hoy iniciaron mis vacaciones y con ellas cero presiones, puedo despertarme un poco más tarde, puedo dormir hasta más tarde y aunque a nadie le guste... puedo pensar más y más tiempo en él sin nada que me distraiga. Emma y Niall siempre me dicen que soy una masoquista, que me gusta el dolor, pero no es por que me guste el dolor, es solo que pensar en él es lo único que me queda para convencerme a mi misma de que él es real, de que si formó parte de mi vida, y este enorme dolor es solo la más grande prueba de que él existió.

El semáforo cambia, los autos se detienen y sigo mi camino, tengo mi auto pero me gusta caminar, es otra de las tantas cosas que me recuerdan a él, siempre decía que caminar era relajante y una de las mejores escuelas de la vida, por que siempre vallas a donde vallas, hay algo que te llama la atención, algo que te hace pensar, que te hace imaginar, y que te hace aprender algo nuevo, claro siempre y cuando vallas observando cada detalle de lo que hay a tu alrededor, para él, ir a pie y sin prestar atención a tu entorno era como si no supieras caminar, así de simple.

Llego a Central Park y es como si yo me teletransportara al día en que lo vi por última vez. Un enorme escalofrió me recorre por completo llegando hasta el gran vacío en mi pecho, duele, y siento que me carcome por dentro, pero trato de teletransportarme a los momentos hermosos que viví con el en este mismo lugar ¿Cómo puede un lugar lastimarte y hacerte tan feliz al mismo tiempo?

Continuo mi camino y me encuentro un carrito de helados, creo que este calor tan típico de Junio amerita un barquillo con helado de caramelo de chocolate, pero antes consulto mi reloj de mano, perfecto, aun tengo tiempo. Un señor de unos 50 años muy amable me atiende y me da mi helado, meto la mano en mi bolso para sacar mi cartera cuando de pronto siento unos lenguetazos en mi mano, pego un leve brinco un poco asustada y volteo para encontrarme a un enorme perro San Bernardo disfrutando de mi helado muy tranquilamente. Abro mi boca con asombro, ¿es enserio esto? Entonces estallo en risas y el señor de los helados se une a mí, con cariño y diversión me pongo en cuclillas y sostengo con fuerza del helado para que mi pequeño roba helados lo disfrute mejor, con mi mano libre lo acaricio, es tan suave y tan pachonsito, que me dan unas ganas de dormir con él de almohada.

—¡Dios mio que vergüenza! —escucho decir a una chica que se acerca a nosotros —de verdad mil, mil disculpas, es que se me escapo y... dios que pena —la chica estaba roja de vergüenza, tenia una de sus manos en su pecho y note que respiraba con rapidez, parece que viene corriendo detrás de este travieso.

—No te preocupes, esta bien —le sonreí divertida mientras continuaba acariciando su suave pelaje —¿Cómo se llama?

—Terry. Enserio perdóname, ahora mismo te compro otro. —

—No hace falta de verdad —me levante —esto fue divertido —volví a reír —hace tiempo no reía de esta forma, además amo a los perros.

—Aun así creo que debo comprarte un helado que si puedas disfrutar tú.

—No de verdad tranquila, ademas, ya voy tarde y no alcanzaré a terminarlo. Además míralo —mire de nuevo a ese hermosa y enorme bola de pelos —lo esta disfrutando.

—Creo que un día de estos me meterá en un buen lió —se relajo un poco y rió por lo bajo —bueno, debo volver y de nuevo te pido una disculpa.