Capítulo 1 - El sueño

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El final del verano se aproximaba y las hojas de los arboles comenzaban a caer anunciando el otoño. A pesar de eso la noche de hoy era cálida y el cielo estaba repleto de estrellas. Una de las cosas que amo de vivir cerca del bosque es que el ambiente es más tranquilo, natural y silencioso.

Salí de mi habitación y baje a la cocina. Todo estaba silencioso y oscuro. Mi madre y mis hermanos no estaban en casa, realmente no sabía dónde podrían estar, pareciera que desde la muerte de mi padre nadie esta aquí.

Al llegar a la cocina busque mis donas de chocolate, tenía hambre y no estaba de humor para cocinar algo más. Busque en todas partes donde pude haberlas escondido o donde Alex pudo esconderlas y nada.

No estaban.

Seguro Alex se las comió, quiero demasiado a mi hermano pero realmente detesto que se coma mis donas.

Regrese a mi habitación después de tomar un vaso con leche, para por lo menos no dormir con el estómago vacío, ya hablaría con mi hermano sobre mis donas. Me recosté en mi cama, tenía sueño pero no lograba dormir.

Y por primera vez en diez meses me sentí sola, sin quererlo me puse a pensar en mi padre.

Siempre sentí que mi padre cuidaba más de mí que mi madre. En ocasiones me llegue a preguntar el por qué mi madre no me daba el mismo cariño que a mis hermanos mayores; el tiempo me hizo acostumbrarme y deje de darle tanta importancia.

Recuerdo que en las noches antes de dormir mi padre me contaba grandes historias y en ocasiones me cantaba una canción suave y alegre.

Y aunque no era una niña que lo tuviera todo, yo sentía lo contrario, pues me sentía afortunada al tener un padre como Michael.

Lamentablemente Michael sufrió un accidente. Pensé que se trataba de un error y que él estaba bien... pero no fue así.

La realidad me golpeo cuando lo vi acostado en la cama del hospital.

No murió en seguida, pero su vida se había acortado desde el accidente y todos lo sabíamos. Y no tardó mucho en hacerlo.

El día que murió fue una tarde cálida, cuando el sol comenzaba a ocultarse y la noche se aproximaba.

Recuerdo que estaba recostada a un lado de su cama, mientras el acariciaba mi cabello. Siempre me sentía protegida cuando estaba con él.

—Estoy algo preocupado por ti. —Mi padre me hablo con dificultad en voz baja y suave. Que con dificultad alcance a escuchar.

—Creo que yo debería decir eso, no tú. —Conteste sin moverme, no quería que mi padre se esforzara más en hablar.

—Oh querida. Estoy preocupado por ti, Keira. Yo he vivido mi vida. Una estupenda vida y no me arrepiento de nada. Pero siento que tú estás desperdiciando tu tiempo, y déjame decirte que aunque eres joven, la vida es muy corta como para desaprovecharla. —Esta vez su voz fue más clara, lo cual me sorprendió un poco. Tal vez mi padre tuviera razón, pero ese no era el momento para hablarlo. — No olvides que te quiero.

Esas últimas palabras me hicieron levantar mi cabeza y mirarlo.

—También te quiero. —Intente sonreírle y el tomo mi mano.

—Cántame una canción, Keira. —Susurro después de un momento de silencio.

No tenía idea de que canción podría cantar, así que le cante la canción que él me había cantado miles de noches antes de dormir.

La canción que en algún tiempo había sonado alegre, ese día pareció la canción más triste de todas.

Después de un rato dejo de sostener mi mano. Pensé que solo había dormido, y aunque definitivamente lo había hecho. Ese día no volvió a despertar.

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