Capítulo 1: Pesadillas

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Estoy tumbado perezosamente boca arriba sobre la hierba verde y fresca por el rocío. Algunas gotas, iluminadas por la luz del sol, se habían esparcido por las puntas de mi corto cabello, proporcionándole  un peculiar brillo al color castaño. Siempre he sentido una fascinación muy potente hacia la naturaleza. El mundo debía de ser hermoso antes de que el ser humano comenzara con la contaminación medioambiental, pensaba siempre.

 Apoyo la cabeza sobre mi brazo doblado y cierro los ojos mientras el radiante sol tostaba mi piel. Una suave y húmeda brisa acaricia delicadamente mis mejillas y se me dibuja una sonrisa en los labios, delicada como una pequeña pincelada. Parezco feliz. Exactamente igual que tres días atrás.

- ¡Nash! - oigo la familiar voz de Derek llamándome. Mi sonrisa se ensancha.

A continuación, el sonido de la naturaleza que me rodea - el leve silbido de la brisa peinando la hierba, la melodía chapoteante de algún riachuelo cercano, el zumbido de alguna abeja en busca de flores, el aleteo de unas alas forradas de plumas cortando el aire, la caótica danza de hojas de los árboles que me rodean - se mezcla con el unas pisadas amortiguadas. Noto como un cálido cuerpo se deja caer a mi lado. Me incorporo hasta sentarme y levanto una mano para tapar  los molestos y a la vez agradables rayos del sol. Derek malinterpreta mi gesto y me choca los cinco con su mano. Le envié una mirada llena de molestia mezclada con cariño. Lo ha hecho a propósito, lo sé. Él sabe que no me gusta chocar los cinco; es algo innecesario y, de hecho, un poco estúpido, un saludo inventado para aquellos cuyo nivel intelectual está por debajo del ochenta. Ni Derek ni yo lo teníamos - el nuestro era mucho más alto - así que aquel gesto está muy fuera de lugar.

- Esperaba encontrarte aquí - dice él de buen humor.

- ¿Cómo sabrás tú esto? - replico con ironía.

- Siempre me lo cuentas todo - aparta la mirada. Repentinamente su voz se vuelve sombría - Todo - repite.

- Derek, ¿qué pasa? - pregunto preocupado.

Me doy cuenta de que estoy levantando mi mano en vano. Desvío la vista al cielo y y veo que el sol está tapado por una desagradable nube plomiza. Por encima de las copas de las copas de los árboles se alzan más como esta y se están acercando muy deprisa hacia el pequeño claro donde nos situamos.

- Lo siento, Nash. Esto ha llegado demasiado lejos.

- ¿Te refieres a mis nuevas investigaciones sobre el espacio-tiempo? Derek, he descubierto, algo que ni el propio Einstein ha visto. Hay altas probabilidades de que gane por fin el premio...

- No me refiero a eso - hay cierta ferocidad en su apagado tono de voz. Sigue con la cabeza gacha, mirando la hierba bajo sus pies. ¿Es temor eso que brilla en el fondo de sus ojos?

- Derek, ¿quieres decirme de una vez qué...?

- Lo siento, Nash - repite-, pero ya no puedo más. Me has confiado todos tus secretos durante todos estos años, pero te equivocaste - me mira directamente a los ojos -. Te equivocaste de nuevo.

- No sé qué...

- Ya intenté decírtelo antes -vuelve a interrumpirme -, pero tú nunca me haces caso, nunca me escuchas. Al principio pensé que solo eran paranoias mías, o que se te pasaría.

Las grises nubes cubren por completo el cielo como unos telones que cubren un escenario cuando la hermosa obra teatral ha terminado. Pero nunca nadie se pregunta qué pasa después, tras los telones, cuando eres libre de mostrarte desagradable pues ya no estas obligado a sonreírle a tu público, cuando el director te reprocha por un fallo mínimo del que nadie se ha percatado, porque, como Derek - al que le apasiona el teatro - dice "El espectáculo debe continuar, a pesar de que te hayas olvidado de tu frase o que te hayas quedado en blanco, aunque algún detalle no encaje con al guión; camúflalo, si estás aquí es porque eres un actor, pues haz tu trabajo, miénteme, engáñame, porque el espectáculo debe continuar."

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⏰ Última actualización: Aug 04, 2016 ⏰

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