Eres eso, el más precioso vidrio en el cual me gustaba mirarme. Te puse en mi alhajero y te proclamé diamante. Pero sólo te quebraste, me heriste mientras yo intentaba juntar tus pedazos, me quedé desangrando y te alejaste. Y me queda claro que aprendí más contigo de la vida, de la que pude percibir por mi misma. Te quise tanto que ahora cuando te veo, aún suelo contemplarme entre tus pedazos, sólo para que veas que ya no soy tonta como para querer recogerlos. No te odio, pero tampoco te quiero. Sólo te llevo dentro de mí, como algo que al principio me hizo mal, pero ahora soy lo que soy gracias a eso.
— S.K.