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No entendía esa manía tuya, de sonreír por las noches mientras te sentabas en la cornisa a fumar un cigarrillo. No había luna, no había estrellas, sólo un cielo oscuro y profundo, cenizo. Tampoco entenderé porque aquella madrugada dejaste una nota diciendo que ibas a buscar un abrigo, porque tenías frío. Lo peor es que, ya nunca volviste.

—J.L.

Párpados pesadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora