CAPÍTULO 4

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Grij despertó con la sensación de haber dormido durante días. Se levantó pesadamente y fue al salón, donde una lámpara encendida era la única iluminación. 

-¿Ignisss?, ¿qué estás haciendo?-preguntó el niño cuando vio que Ignisss se encontraba encorvada frente un mapa de Zigjik. 

-Planeo los disturbios-respondió ella. Tenía el cabello rubio en ese instante, y la luz que había se reflejaba en él-. ¿Recuerdas lo que te dije? Si no los ideas antes, tienden a salir muy mal. 

-¿Y por dónde vamos a empezar?-preguntó Grij, emocionado. 

-¿Vamos?, ¿en plural? No, no, no, señor. Tú esperarás pacíficamente aquí, y yo haré la parte peligrosa-contestó Ignisss, con el pelo algo más negruzco. 

-¡De eso nada!-exclamó el niño. 

-Yo soy la que manda. Y además, si vienes, me vas a obligar a estar cuidando de ti, en vez de hacer lo que tengo que hacer-replicó Ignisss. 

-¡Pero si yo he vivido en la calle casi toda mi vida! ¡Sé cuidar de mí mismo!-gritó Grij, acalorado. 

-Baja la voz. Y me da igual lo que seas capaz de hacer. Eres demasiado pequeño-le reprendió Ignisss. 

-Siempre dices que soy demasiado pequeño... Y, además, ¿no has pensado que es mucho más emocionante que aparezcas con un niño pequeño al lado? Puedo hacerme pasar por niño-demonio, incluso-sugirió Grij. 

-He dicho que no, y es que no-zanjó Ignisss. Ahora su pelo era gris, y su voz más cansada-. Y ahora ve a dormir. 

-Pero si acabo de levantarme. No tengo sueño...-se quejó Grij. Ignisss no respondió y se dirigió a una de las habitaciones con paso cansino y lento. 

Grij puso mala cara, pero finalmente volvió a su cuarto. 

Cuando despertó inquieto por algo que había soñado y se levantó, reparó en que la puerta de la habitación de Ignisss estaba entornada. Extrañado, salió de su habitación y se asomó por el resquicio de la puerta. Le dio un vuelco el corazón cuando vio que la cama estaba vacía y hecha. 

Sintiendo un regusto desagradable en la boca producido por los nervios, echó a correr por la casa hasta llegar a la puerta de entrada. La abrió bruscamente y salió al exterior. Desierto. 

Corrió todavía más y más por la calle, hasta quedarse sin resuello y, finamente, cayó estrepitosamente al suelo. Se quedó tumbado en el asfalto unos segundos y, entonces, alzó la vista. Se levantó pesadamente y se miró las manos lastimadas por el roce contra el suelo. Clavó los ojos en la sangre que manchaba sus palmas, como si ésta pudiera responder a su pregunta: ¿Estoy solo? 

De hecho, la formuló un par de veces, esperando una respuesta que sabía que no llegaría. 

Pasado el desconcierto inicial, Grij se sumió en un estado de indiferencia forzada. Siempre había estado solo. El hecho de que durante un par de días hubiese vivido acompañado y protegido no significaba que pudiera seguir siendo así toda la vida. 

Pero pese a la resolución de que no lo importaba, Grij sintió como la sangre subía a sus mejillas y como las lágrimas bajaban por su piel. Habían vuelto a abandonarle a su suerte. Y se sentía enfadado y triste. 

Se secó la sangre de las manos en los pantalones y se volvió hacia la dirección por la que había venido. Echó a andar con las manos en los bolsillos y el corazón ardiente de odio. 

Si tuviera alguna forma de vengarse de Ignisss y del mundo en general... Pero no la había. ¿O si? 

Grij recordó una visita que recibió unos meses atrás. Era un hombre alto e imponente, con el pelo canoso cortado a cepillo y los ojos tan oscuros que parecían negros. El hombre le dijo a Grij que le ofrecía un trato. Comida y dinero a cambio de ayuda. Pero Grij había tenido oportunidad de tratar con estafadores con anterioridad, y al instante se negó; sonaba demasiado bien. El hombre le dijo que su trabajo solo consistía en clavarle una inyección a una extraña y malvada chica, que era muy peligrosa y debía ser eliminada. Pero Grij no creyó lo que el hombre le contó. De este modo, el desconocido dijo que se lo pensara un tiempo, y que pasadas algunas semanas volvería a preguntárselo. 

Hacía ya tiempo que sospechaba que esa malvada y peligrosa chica era Ignisss. Tenía que serlo. Grij lo sabía. Y también sabía que, cuando el hombre volviese, aceptaría el trato con todo el gusto. Sonrió con arrogancia, pero, en el fondo de sus iris, se entreveía miedo. 

La visita del hombre fue sorprendentemente oportuna. Poco rato después de que Grij hubiese vuelto a la casa, alguien llamó a la puerta. El niño miró nerviosamente por la mirilla antes de decidirse a preguntar: 

-¿Quién es? 

-Ya nos habíamos visto antes, Grij. 

Silencio. 

-¿No me invitas a entrar, chico? 

-Cla... claro... 

El hombre entró con una gran sonrisa. Se notaba que le gustaban los niños. O que sabía fingir que lo hacían. 

-¿Y bien?, ¿te has decidido?-preguntó el hombre, abriendo un maletín negro. Grij bajó la vista y no respondió. 

-Grij, sabes que es lo mejor. No dejes que te manipule a distancia. Te ha abandonado a tu suerte después de hacerte creer que erais amigos. Y eso no se hace, no señor. 

-Eso es cierto... Pero... ¿Cómo lo sabe?

-Eh, bueno... Era de esperar, supongo... El caso es que tengo razón.

-¿Está seguro de que no me engaña?

-¡Por supuesto que sí! Yo no estoy aquí para mentirte, chico. ¿Para qué iba a hacerlo? 

Estuvieron unos minutos en silencio, mientras el hombre sacaba del terciopelo rojo del interior del maletín unos fajos de papeles. Se los tendió a Grij: 

-Aquí pone, básicamente, que te comprometes a inyectarle una inyección mortal a Ignisss Fata pase lo que pase y te diga lo que te diga. Supongo que no hace falta que te diga que no cumplir el contrato tendrá consecuencias desagradables para tu persona. ¿Y bien?, ¿aceptas? 

-No estoy seguro, señor... ¿Qué es lo que puede hacer Ignisss? Me refiero a lo que la convierte en blanco de la justicia. 

-Oh, no estamos seguros al cien por cien, pero tiene un poder relacionado con prever el futuro o algo por el estilo. 

Grij se quedó con los ojos como platos. Claro, por eso nunca tropezaba ni caía, a pesar de ser ciega. Podía ver qué era lo que tenía delante, aunque no de la manera convencional. 

-Entonces, acepto. Todo sea por el bien de la humanidad... Y si es tan peligrosa... 

-Bien hecho. Firma aquí y... aquí, por favor. 

Firmó con una ralla, porque realmente, no sabía escribir. Y, entonces Grij cayó en la cuenta de algo en que los hombres no habían pensado. O eso pensaba él. 

-Disculpe, pero, ¿cómo cree que la voy a matar si puede ver todos mis futuros movimientos? 

-Buena pregunta, Grij... Pues verás, resulta que el destino no es inamovible. Es más, a cada momento cambiamos nuestro futuro. Y, estoy seguro de que tú nunca tendrás planeado matarla hasta el momento final. 

-¡Claro que sí! Me ha abandonado... 

El hombre profirió una carcajada larga y gutural. 

-Claro, Grij, claro... Y no lo olvides: si no cumples tu parte del trato, te arrepentirás... 

Entonces, sonriendo, dijo adiós con la mano y se fue. 

Allá se quedó el niño, extrañado por el comportamiento del visitante. Y allí siguió, de pie, sin moverse, haste que oyó una voz: 

-¡Grij, soy yo! He traído comida, porque se nos había acabado. No he querido despertarte. ¿Alguna novedad? 

Grij movió la cabeza lentamente en dirección a Ignisss.

Ignisss Fata: el Organismo Perfecto(PARADA POR PREOCUPANTE FALTA DE INSPIRACIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora