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Nel bajó corriendo a la cafetería del hotel en cuanto supo que Rhia había vuelto. Petrov y ella lo esperaban en una mesa situada junto a uno de los ventanales. Nel se sentó en la silla que le dejaron libre. Mientras se sentaba, miró a Rhia con ojos interrogantes. Rhia le sonrió con picaresca.

       —¿Qué te han dicho? —preguntó.

       —Más de lo que esperaba encontrar —dijo ella sin perder su sonrisa. —¡Ha aparecido el arma con la que los mataron!

       —Además no es un arma muy común —añadió Petrov.

Nel frunció el ceño.

       —¡La he tenido en mis manos! —respondió Rhia antes que Nel preguntara. —Es una navaja automática, se abre en dos tiempos, con un clic salen las tres hojas, una sobre otra, como si fuera una sola. Con un segundo botón y con una rapidez y una fuerza enorme, las hojas se separan. Está afilada a tope y cada hoja corta por ambos lados.

       —Es un arma cara, no ha sido fabricada en este país y es difícil de encontrar —concluyó Petrov.

       —¿Se sabe quiénes son las víctimas? —preguntó Nel.

       —Nadie ha reclamado los cadáveres —respondió Rhia— pero la policía no cree que sean españoles. Tal vez turistas.

Petrov hizo una mueca. Podría ser algo relacionado con ellos, ahora empezaba a tomar sentido. Alguien se había ido de la lengua, una de las diez sabía lo que fue Nellifer. “Hace seis años, antes de que llegaran.” Nel negó con la cabeza a su pensamiento.

       —Natalia sabía lo de Nellifer antes de que ellos llegaran a Sevilla —dijo.

Petrov se acercó más a Nel, que había bajado la voz en su última frase.

       —Natalia era una adicta al conocimiento —susurró Petrov—podría haber conocido a alguno de ellos incluso antes de que la eligieran.

       —Alguien que posiblemente esté degollado —concluyó Rhia.

Aquella teoría no convencía a Nel. Nadie de una hermandad secreta hace amistad alegremente con una joven y le cuenta los misterios que envuelven su creencia. Por lo general la primera norma en ese tipo de organizaciones era un juramento del aspirante a no confesar ni difundir los secretos de la hermandad, cuyo castigo era evidentemente la muerte. Otra teoría absurda podría ser que Natalia hubiese intentado contactar con la orden de alguna forma, atraída por el conocimiento. Pero si así fuera Natalia pertenecería a la orden y no podría ser una de las diez. “Lo primero que pensó Rhia de ella”. La idea no era tan absurda si pensaba en la claridad con la que Natalia recordaba y dibujaba el círculo. No era tan absurda si sus dos mejores amigas eran dos de las elegidas. No era tan absurda si sabía quién fue Nellifer desde antes de que ellos llegaran a Sevilla y eligieran a sus diez jóvenes doctas. A Nel se le vino a la mente la imagen de Natalia en su sueño, su mirada con aquel cuchillo en la mano. Comenzaba a dudar de ella, aunque mantuviera una lucha consigo mismo para no querer verlo.

No quiso contárselo ni a Petrov ni Rhia. No tenía pruebas lógicas contra Natalia, y a Rhia solo le faltaba que le dieran pie para arremeter contra ella. De todos modos, en ocho días lo comprobarían, si Natalia era la décima y nunca aparecía su cadáver, su teoría cobraría realismo. Una luz se encendió en su cabeza.

“La décima no muere, cabría la posibilidad de que la última siempre hubiera sido de ellos”. Nel recapacitó. El manual lo habría explicado. Aunque si bien es verdad que en cada ritual tenían una especie de control desde dentro, explicaciones y detalles de lo que ocurría entre las diez, no había acabado de entender por qué sabían cómo era cada una de las diez en el interior del zulo.

       —¿Cabría la posibilidad… —no sabía cómo formular la pregunta sin culpar a Natalia—que la que no aparece, ¡la décima!, fuera una de ellos.

       —¡No! —respondió Rhia rápidamente.

       —No le encuentro explicación a que no vuelva a aparecer. Si la mataran, la mostrarían.

       —La décima representa supuestamente a Nellifer. A ella no la mataron, con lo cual no deben matarla.

       —A Nellifer no pudieron matarla por un motivo que desconozco, pero no tienen motivos para no matar a la décima.

Petrov miró a Rhia esperando a que ella respondiera. Nel no entendió por qué Petrov había hecho aquel gesto, pero Rhia no pronunció ni una palabra. Se levantó.

       —Voy a subir y darme una ducha —dijo —, llevo todo el día fuera. Nos vemos en la cena.

Petrov y Nel se quedaron solos. Nel permanecía callado, esperando a que Petrov reanudara la conversación.

       —Piensas que Natalia podría ser una de ellos, ¿no? —. Petrov fue directo.

       —No —faltó a la verdad Nel.

       —No del todo —afirmó Petrov sonriendo. —A veces, doctor Mason, las teorías más dislocadas suelen ser las correctas.

       —Discrepo, señor Petrov —respondió Nel.

       —No es el primer ritual de este tipo que ve, ¿verdad?

       —No.

       —¿Y alguna vez ha pensado que las creencias que estudia son ciertas?

       —Nunca. Es cierto que algunas veces las creencias se cumplen, aunque siempre se termina demostrando que la relación entre la creencia y la realidad es solo casualidad.

Petrov frunció el ceño. Nel continuó con su explicación.

       —Ellos creen realmente que Nellifer va a regresar y verán a Nellifer en cualquiera de las diez, hoy o dentro de miles de años, que consiga detener el ritual.

        — ¿Y si no fuera solo detener el ritual? ¿Y si se sucedieran más coincidencias?

Nel rió.

       —Todas se parecen a Nellifer de alguna forma —explicó Nel tranquilamente —, por eso las eligen a ellas y no a otras.

Petrov levantó las cejas.

       —Si usted suele llevar la cartera en un lugar visible para los demás en su chaqueta, y yo le predijera que le van a robar su cartera, y realmente lo terminan haciendo, ¿pensaría que soy adivino o que es lo más probable que le pase si sigue colocando su cartera así?

Petrov hizo un gesto ladeando la cabeza.

       —Con todos mis respetos —continuó Nel— su propia mujer era muy similar a Nellifer.

Petrov asintió convencido.

       —Aun así, después de lo que vi en Gizé— le dijo Petrov— habrá similitudes, habrá casualidades, pero desde que tengo conocimiento, ¡nunca antes ninguna de las diez tuvo la cara de Nellifer!

Nel se hubiera metido debajo de la mesa si hubiera podido. No se esperaba esa respuesta de Petrov. Claro que era evidente el parecido entre Nellifer y Natalia. Aunque realmente, cualquier morena de ojos verdes podría parecerse en aquel momento a un perfil egipcio.

Décima doctaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora