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Hizo un gran esfuerzo por no resbalarse caminando hacia Mad en aquel húmedo suelo de mármol. Yun estaba en su camino, dos metros más cerca que Mad. La Dama la contempló despacio, lentamente, parando y recreándose en cada parte de su cuerpo. Con la túnica de elegida, no había podido apreciar las sugerentes curvas de la joven.

Natalia sintió por un momento que la desnudez le producía más inseguridad ante Yun. Pero la extraña forma con la que la Dama la miraba le hizo comprender que tenía las mismas armas desnuda que vestida. Las armas que nadie le podría quitar, las armas que estaban en su interior, y que tenía que ir sacando poco a poco.

Yun la sujetó por el brazal izquierdo haciéndole frenar bruscamente. Natalia la vislumbró, y su cuerpo se aceleró de forma casi automática al verla tan cerca. Sus piernas y sus brazos se contrajeron a conciencia. Sentía que no iba poder parar el acelerón, no podía pararlo, le estaba pasando y lo estropearía todo. Abrió la boca para respirar aceleradamente. Yun confundió los síntomas de Natalia con el miedo que, supuestamente, ella creía que le infundía.

Natalia acercó su brazo libre a la boca y a la nariz e inspiró profundamente. Un leve efecto tranquilizador provocado por el aroma en su piel le inundó hasta la garganta, aunque el resto de su cuerpo siguiera contraído.

       —Parece que ya has descubierto cómo funciona —le dijo Yun, las mismas palabras que el día anterior le había dicho Mad.

Pero con Yun no podía callarse.

       —¡A ver si lo descubres tú—le soltó —y metes el culo en la terma!

Las ocho y el topo se giraron hacia ellas. Mad cerró los ojos y descendió la cabeza para no ver la reacción de Yun.

Yun giró su brazo y tiró a Natalia al suelo, apretándole el cuello contra él.

       —Tampoco seré yo hoy —le susurró Natalia. —¡Sé quién soy en vuestro orden!

Se lamentó de haberlo dicho, no lo tendría que haber dicho. Ahora Yun estaba al corriente, sabía que Natalia conocía su orden y tal vez el de la mayoría. Ahora ya no iba a ser tan fácil, se estaba descontrolando. Cada vez que Yun estaba cerca, perdía el control de su mente y de su cuerpo. Lo único que aquellos locos le habían dejado, la mente y el cuerpo, lo suficiente para enfrentarlos.

Yun le golpearía, todo lo que se le permitieran golpearle, pero no podría matarla, ni siquiera hacerle un rasguño, solo hematomas, lo que aquella agua, realmente bendita, podría borrar.

Yun apretó los dedos bajo las orejas de Natalia. Aquella mujer era más fuerte de lo que se podría percibir. Natalia aguantó la respiración creyendo que así le era más fácil soportar el dolor que le producía aquella presión.

Pero solo pudo aguantarlo unos segundos y empezó a forcejear con Yun, quitándole la mano de su mandíbula. Logró escaparse de ella y se arrastro rápidamente hasta los pies de Mad. Esta dejó caer sobre Natalia la toalla que ya le tenía preparada. Sus compañeras permanecían perplejas. Natalia miró rápidamente a Alysha y a Silvana, no halló diferencia en sus expresiones con el resto. Todas parecían más asustadas que ella misma. Comprendió que Yun no les producía a las demás la misma sensación que a ella.

Natalia se envolvió en la toalla, aún sentada en el suelo. Mad la ayudó a incorporarse y a meterse en su compartimento. Allí la esperaba su segunda túnica roja y una nueva capa.

       —Creo que a partir de hoy estaré presente en los baños todos los días —le dijo Yun a Mad.

       —No lo veo necesario —le respondió Mad.

       —Cuando muera la tercera sí que lo será —. Yun parecía desafiar a Mad.

       —Sé mejor que tú lo que significa la muerte de la tercera. Y tengo mis recursos para controlarlas. Tú, Dama, dedícate a tu trabajo.

       —Perdóname Mad, pero no puedes con ella.

       —¿Y tú sí?—Mad hizo que Yun se removiera. —No aprecio ningún cambio en su actitud con tu presencia.

Yun tomó aire y salió disparada hacia la puerta. Mad tuvo que apartarse para que no la arrollara en su camino.

Mad se quedó pensativa unos segundos y se dirigió al compartimento de Natalia. Descorrió un poco la cortina y se colocó casi dentro con ella. Natalia se sobresaltó. Cuando vio que era Mad se relajó un poco. No la consideraba ni mucho menos un apoyo allí dentro, pero no era Yun, y ante ella se controlaba lo suficientemente bien como para no meter la pata.

       —Natalia —le susurró Mad. —¿Por qué haces eso con Yun? ¿No te das cuenta que es peor para ti?

       —Mad —le respondió Natalia—, haga lo que haga el fin será el mismo.

       —No sabes de lo que es capaz Yun.

       —La diferencia entre las demás y yo, entre los demás y yo, entre tú y yo —le replicó Natalia con seguridad—, es que yo no le tengo miedo a Yun.

       —Se lo tendrás —sentenció Mad.

       —¡No! —. Natalia se giró y se colocó la capa dando la espalda a Mad.

“Difícilmente le tendría miedo a Yun con la sensación que me provoca.”

Natalia bajó su cabeza.

Décima doctaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora