Capítulo 1 [EDITADO]

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Thomas, despeinado y con los ojos entrecerrados, se había levantado de mal humor aquella mañana. Era su cumpleaños, lo cual significaba otro año más que pasaría sin ver a su padre, Jacobo.

Él sabía de más de quién era hijo, pues su madre se comunicaba con él mediante cartas, e incluso Catherine le llevó a Saint-Germain-en-Laye una vez para que pudiese conocer al curtido señor, con unos años de más y la frente marcando unas pocas arrugas, que años atrás habría cautivado a cualquier jovencita de alta cuna.

Catherine, su madre, tras haber hablado con Jacobo hacía más de diez años sobre el futuro de Thomas tras la muerte del que fuera su marido, el duque de Sandringham, decidió casarse con un noble español afincado en Edimburgo, intentando borrar así todo el amor que una vez sintió por Jacobo. El español, alto y moreno, con una mirada penetrante, se llamaba Abelardo, Abe, y era padre de tres jóvenes doncellas, Jimena Eulalia de Cárdenas, María Ana e Isabel. Su esposo, chapado a la antigua y de mente entrecerrada, no obstante, le permitía relacionarse con Jacobo en ocasiones, ya que el principal motivo de su unión fue mantener a Thomas a salvo de todo peligro por parte de los ingleses.

Abelardo dio una posición estable a Catherine, quien al destrono de Jacobo, había quedado a la suerte de Dios. Catherine y Abelardo, que aprendieron a amarse, tuvieron dos varones más, llamados Abel de Cárdenas-Windsor y Antonio Hermenegildo de Cárdenas-Windsor.

La gran familia materna de Thomas poseía un precioso palacio en Edimburgo en el cual Thomas se había criado junto a sus hermanastros y junto a las hijas de Abelardo, a quienes no tenía un aprecio especial, ya que cuando era más joven, se interesó por una de ellas y ésta lo rechazó de malas maneras.

Un día, Abelardo se lo encontró cortejando a una bella chiquilla -porque no quedaba duda que siendo hijo de Jacobo no fuese mujeriego-.

-Hola, preciosa -dijo Thomas con aire seductor acercándose por detrás a Effie, una hermosa joven con voluptuosas caderas y el cabello rubio como los campos de trigo-. Os veo exquisita esta mañana, Effie.

Ella se sonrojó, y tan pronto como se acercó a darle un beso en la mejilla al chico del que había estado enamorada toda su vida, sintió algo frío en su espalda.

-¡Padre! -Exclamó Thomas, alarmado-. ¿Por qué le habéis hecho eso? ¿Estáis mal de la cabeza? -Cuestionó el chico mientras ayudaba a Effie a levantarse.

Abelardo de Cárdenas los había divisado en la distancia y no dudó un segundo en acercarse y darle un jalón a la joven que pretendía besar a Thomas, tirándola al suelo bruscamente. La mandó a su alcoba y le prohibió acercarse a Thomas durante no sé cuántas semanas, mientras que a él lo castigó una semana sin clases de esgrima, sus favoritas. Era un hombre muy estricto, pero no podía serlo con Thomas, porque el chico representaba todo aquello por lo que Abe luchó en su juventud.

Aquella fría mañana de diciembre, Thomas se había levantado con el pie izquierdo, probablemente porque sabía del malestar de su padre biológico, Jacobo, quien vivía exiliado en Francia. Además de eso, aquella mañana su hermano Abel le había lanzado una piedra a modo de despertador, y aquello había desembocado en una brecha en la cabeza de Thomas, aunque, como era de esperar, Abel recibió unos buenos azotes a mano de Abelardo de Cárdenas.

-¡Cómo se te ocurre pegar a Su Excelencia! -Exclamó furioso Abel, como hacía siempre que alguien trataba mal a Thomas-. ¿No te ha enseñado tu madre buenos modales? -Gritó mientras señalaba hacia la puerta-. Ve ahora mismo a la alcoba de tu hermana mayor, que ya se encargará de encasquetarte un trabajito -dijo el marqués, enfadado.

Abelardo se giró hacia Thomas, a quien le dedicó una amable y sonrisa:

-Por cierto, Thomas -añadió-. Jimena y Mariana van a ir con sus amigas de la corte a ver los rituales de las druidas en Clava Cairns... Y había pensado en que... -dudó-. ¿Por qué no las acompañas, y así no van solas con esos lacayos? -Añadió-. No me cae bien el nuevo, ese tal Freiser o como se llame. Bendito escocés -añadió riendo.

El Escocés: el bastardo del rey [COMPLETA Y EDITADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora