Gato

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Fui corriendo por los pasillos como si me persiguiera el mismísimo Lucifer. Llegaba tarde a la clase de matemáticas. Justo cuando me senté al lado de Patricia, mi amiga, el profesor cerró la puerta.

—Buenos días alumnos. Preparen las libretas a un costado del pupitre que pasaré a mirar si han hecho los deberes. —Dijo con su usual monótono tono.

En cuanto escuché la palabra deberes me quedé en blanco.

Mierda —Dije para mi misma. Sabía que se me olvidaba algo. Cogí corriendo un bolígrafo azul y escribí frases sin sentido para hacer hueco y que no pareciera que no había hecho la tarea. Pero como la mala suerte me persigue, el profesor me pilló y me castigó sin patio, así que después de que sonará el timbre de la tercera clase, fui al Aula I, la que iban los alumnos cuando eran castigados.

Me senté en una silla que había libre y entonces me di cuenta que no era la única que no había hecho la tarea, ya que a mi lado, se encontraba un rostro, que aunque ya había visto anteriormente, no sabía identificarlo, no aún.

—Cruzar la calle no, pero no hacer los deberes sí. —Me dijo en un tono burlesco el ojiazul.

—Al menos yo no dejo de hacer los deberes el primer día de clase. —Le contesté bufando.

—No es mi primer día, ayer vine. — Respondió.

—Interesante. —Le contesté sin ganas.

—Como tú. —Me dijo mirándome directamente a los ojos. —Umm, oye, ya que vivimos al lado, ¿Por qué no vamos juntos para casa? No conozco el barrio todavía.

—Vale, supongo. Cuando suene el timbre espérame en la puerta principal. —Le dije mientras recogía la mochila y me iba para mi clase.

Las clases habían terminado, lentamente, y me fui a mi casa, hasta que, en el mismo semáforo de justamente un día atrás, el mismo chico me paró.

—Con qué en la puerta principal. ¿No? —Me dijo el moreno con un tono burlesco.

—Ups, se me olvidó. —Y aunque lo dijera con sarcasmo, era totalmente cierto.

—Oh vamos Lena no te hagas la tonta. —Dijo sorprendiéndome por que había dicho mi nombre.

—Creía que no te había mencionado mi nombre. —Pensé en voz alta.

—Y no lo has hecho. —Dijo guiñando un ojo. Habíamos llegado a mi portería nada más empezar a hablar y nos encontrábamos parados allí.

—Mañana a las 7:55 am aquí. —Me dijo dubitativo, me resultó tierno que lo dijera de esa manera tan insegura, así que sonreí.

—De acuerdo. —Y con esa respuesta cerré la puerta de mi casa y subí hasta mi habitación, no sin antes saludar a mis padres y mi hermano pequeño, Josh, que se encontraba como no, en el sofá. Josh y yo nos llevábamos dos años de diferencia. Yo tenía 17 y él 15. Cuando éramos pequeños estábamos bastante unidos, casi como gemelos. Claro que, no lo somos por la diferencia de edad, pero nos parecíamos bastante físicamente. Mediana estatura, cabello castaño claro y unos ojos marrones claros. Nadie se negaría a decir que somos hermanos, era demasiado obvio.

Risas y más risas. Nos lo estábamos pasando tan bien, pero como siempre tenían que estropearlo. Mamá entró a la habitación de mi hermano para ver que sucedía y todo el escándalo que estábamos montando.

—Josh. —Llamó a mi hermano primero. —¿Qué estáis haciendo? —Preguntó pasando la mirada de mi hermano a mi alternativamente. Nosotros nos miramos con nuestras típicas miradas cómplices y nos reímos por la ignorancia de nuestra madre.

—Nada mamá. —Contesté con una de mis miradas de niña pequeña, 8 años tenía. Josh se le escapó una risa y yo le pegué un codazo para que se callara. Miré a mi madre conteniéndome las carcajadas y puse cara seria.

—¿Qué tenéis ahí? —Preguntó mi madre acercándose a nosotros y mirando detrás de nuestras espaldas. Al no ver nada, se despidió y dejó que sus hijos siguieran con sus niñerías.

Fue divertido ver como Josh recortaba la cabeza de mamá de una foto familiar donde salíamos todos. Le dibujó con un rotulador rojo, sangre en el cuello y puso la letra M en el pecho alrededor de gotas de sangre.

Me puse a hacer los deberes para que no me sucediera por segunda vez lo de esta mañana. Pero una sensación de inquietud se posó en mis hombros, sentía que faltaba algo, no sabía el qué, pero tenía esa sensación.

Un par de horas más tarde bajé a cenar con mi familia como era habitual, había que hacer el papel de "familia ejemplar y niña buena", siempre igual.

—¿Os acordáis de aquel gato blanco que tenía Eric? Pues se ve que... —Comenzó a explicar mi padre, pero no le dejé terminar. Ya recordaba lo que había olvidado.

—OH DIOS MÍO. ¡SUNDAY! —Grité demasiado alto para ser de noche y estar en una cena. Mi madre me miró con su típica cara de "Lena contrólate" y eso hizo que me volviera sentar en mi silla, que de la emoción me había levantado. Sabía que faltaba algo. Pobre gato, que mala dueña soy. Me sentí mal por no acordarme.

—Hace días que no lo veo... ¿Dónde habrá ido a parar? —Dijo mi padre con cara pensativa y acabándose la comida del plato.

—Ahora que lo dices... No ha pedido comida ni nada. —Añadió mi madre haciendo memoria.

—A lo mejor se ha escapado, este gato hace lo que quiere. —Respondí quitándole importancia al asunto, lo había hecho más de una vez ese animal. Terminé de cenar y subí a la habitación, intentando que el sueño viniera a mí, pero como siempre antes de cerrar los ojos, allí estaba él.

-¿Qué quieres? -Pregunté a la oscuridad, no tan oscura.

-A ti.

Y me dormí.

Mindless #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora