1.La mochila.

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Agarro la sudadera y la meto a presión en la maleta. Está arriba hasta los topes, parece imposible que algo más pueda entrar.

-Cariño, recuerda poner las botas- grita mi madre desde el baño.

Me quedo mirando las botas mencionadas por mamá. No  parece que haya forma humana de meterlas dentro. 

-No entran, creo que ya llevo ropa y calzado suficiente. No voy a llevar nada más.

-De eso nada señorita- murmura algo más, suena inteligible ya que ha empezado a lavarse los dientes. Eso o eso ahora se le ha dado por hablar en Cromañón.

Bufo levemente. Pongo las dichosas botas encima de la sudadera, todo lo que hay dentro ocupa más de lo que la maleta soporta para poder cerrarse. Me limitaré a hacer como que no llevo ya 30 pares de zapatos.

Intento sentarme encima para aplanarlo todo, sin resultado alguno.

-Lo dicho, no entra- grito. Mi madre se cree que para unas cuantas dichosas semanas voy a necesitar ropa de nevada del Polo Norte  y de playa de Hawaii.

-Estoy segura de que entra- la oigo cerrar el grifo- Como vaya yo y la mochila cierre vas a ver.

-Ni la N.A.S.A conseguiría que todo esto entrase- la reto, me gusta hacerlo.

El sonido de las zapatillas de casa en las baldosas del suelo se acerca. Ha aceptado el reto,como de costumbre; se detiene delante de la puerta, mirándome,supongo que verá a una chica sentada en el suelo, con un bulto enorme que hace las veces de maleta. No creo que le guste.

-¿Como pretendes poder llevar todo si haces pelotas con la ropa?

Saca toda la ropa. Me limito a emitir un sonido de frustración y hacerme a un lado. Hora de dejar a los profesionales.

Mamá comienza a doblar toda la ropa y a distribuirla de forma ordenada, al final si que podía entrar todo sin que la maleta explote, mira tú que cosas. Todo parece encajar, solo quedan los zapatos. Los observa durante un buen rato.Mierda, los tacones rojos, lo había olvidado. Rezo por que no se percate. Ella nunca entenderá lo importantes que son.

-Te ibas a un albergue ¿no?- asiento frenéticamente, sin mirarla a los ojos, a veces me recuerda a Medusa. Si no la miro es mejor- Entonces... - su tono se eleva en un grito- ¿Por qué llevas zapatos de Pub?

-Es que... ¿Por qué tienes que gritarme?- alzo también la voz, parece que solo sabe gritar. Es lo único que hace. Bueno, eso y ver las telenovelas de sentimientos baratos en la televisón- Ya te dije que el último día había una fiesta.

-Así que a eso venía ese vestido entre la ropa... ¿Qué pretendes, bailar con ese chico tan popular del que tienes tantos fotos en el archivador?

Me quedo completamente en blanco, no sé ni que cara he puesto. Mi intención sí era bailar con Austin, él era tan perfecto... Con el pelo rubio con flequillo, la barbilla dividida y los ojos castaños. Por no hablar de los tremendos abdominales que siempre lucía en natación. Era el típico chico popular de instituto, hecho a un molde que ninguna chica podría resistirse,o al menos a un molde al que yo no podía resistirme.

-¿Miraste mi archivador?- es lo único que se me ocurre preguntar, en tono suave y cabizbaja.

-Hija... Todo el mundo tiene un amor platónico de instituto, pero no creo que sea buena idea pedirle bailar en la fiesta- Su tono de voz se ha vuelto amable, parece apenada. ¿Por mí? ¿Por mi relación con Austin? Oh, eso sí que no.

-¿Crees que no lo lograré?-Hago que estoy más ofendida de lo que estoy- Mamá, al llegar a casa, tendrás la noticia de que he bailado con el chico de mis sueños.

La mujer sonríe de lado a lado.

-De acuerdo... Puedes llevar la ropa de fiesta-¿Se puede ser más bipolar?- Pero como vuelvas embarazada te vas a ente...

Me echo a reír, doblando en cuerpo. La verdad cuando me río parezco un burro.

-Fuera de mi habitación mamá- ordeno entre risas.

Mi madre finge una cara de falsa indignación y se levanta. Antes de cerrar la puerta me desea suerte. No necesito suerte. Tengo tetas y encanto femenino.

-Mañana será el gran día.

Cierro la mochila, la bajo de cama y me tumbo, estoy en frente del espejo de las puertas correderas de mi armario.

Tengo 15 años, soy pelirroja, con los ojos negros. Tengo pecas, en mi opinión demasiadas ,empiezo a creer que soy un 98% pecas y un 2% piel .El pelo me llega un poco más abajo de los hombros, pese a la insistencia de mi abuela porque me lo corte. Bueno, algo en lo que nadie discute es en que soy un maldito Hobbit. Un metro cincuenta y cinco. Casi ni llevo al lavabo. 

No soy de las más populares del instituto la verdad, tampoco me quejo, nada me hace destacar en especial.Notas de media de siete y un puñado de amigas con condiciones parecidas a las mías. 

Sin embargo Austin se había fijado en mí. El pasado lunes, él me había pedido el número con una radiante sonrisa, su radiante sonrisa. Por primera vez el príncipe azul estaba a un mensaje de Whatsapp.

Claro está, no le he hablado; tampoco quiero parecer una desesperada. Pero el día final de la excursión le pediré que me acompañe al baile. 

Ninguna chica se lo pediría antes, él odia que se lo pidan por adelantado. Me memorizaría un texto, tendría que ser más sexy que romántico. No quiero fama de ñoña.

Las 3 semanas restantes me las pasaré con mis amigas, contando cotilleos en la habitación y haciendo las estúpidas actividades que los monitores propondrán.

Tengo las vacaciones escolares perfectamente organizadas. Sin fallo posible, todo bajo control, y eso es raro en mí. Quiero decir, tener el control, la organización ya forma parte de mi vida.

Austin me había pedido el número, eso tenía que significar algo, nunca se lo había visto hacer antes.

Todo me parece muy perfecto de golpe. Miro hacia mi derecha.

Oh, mierda. La mitad de los zapatos siguen fuera de la maleta.

-¡Mamá te necesito!




Mi compañero de castigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora