Capítulo 3 (segunda parte): Revelación.

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Capítulo 3 (segunda parte): Revelación.

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A veces, la revelación divina sólo significa adaptar tu cerebro para escuchar lo que tu corazón ya sabe.

- Ben Brown.

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Mario y Marinette.

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Lo sabía. Ya lo sabía. ¡Joder, lo sabía!

Desde que ella aceptó ser su novia se había dado cuenta, pero quería creer en ella. Quería confiar en ella. En verdad quería hacerlo.

Desde que él comenzó a huir de ella se había dado una idea de que sería difícil llevar una relación sabiendo que él amaba solo una parte suya. Pero algo era algo, ¿no?

Pero la realidad lo golpeó... y duro. Ella no le amaba, seguro que ni siquiera gustaba de él. Después de todo, ella era demasiado para un pobre diablo que no tenía nada de especial.

Ya lo sabía.

Ella era perfecta. Modelo, millonaria, buena alumna, hija ejemplar, guapa, amable, con un brillo propio. Ella era única.

Y eso, él ya lo sabía.

Él era demasiado para ella. Modelo, guapo, buen hijo, millonario, excelentes calificaciones, carismático, amable, increíble esgrimista y buen deportista. Perfecto.

Y eso ella ya lo sabía.

¿Por qué? ¿Por qué no le dejaba probar que él podía hacerla feliz, darle el amor que nunca se le había dado? ¿¡Por qué no lo amaba como amaba a su otra faceta!? ¿¡Por qué a LordBug!?

¿Por qué no podía darle una oportunidad de curar su corazón de la soledad de la cual era preso? ¿Por qué no la volteaba a ver con el mismo amor que le profesaba a LadyBug?

¿¡Cuál era la diferencia entre LordBug y Mario!?

¿¡Qué la diferenciaba de LadyBug!?

¿¡Por qué eran la segunda opción!?

Esperen... claro... eso tenía que ser.

Era obvio. Él no la amaba porque...

Ella no había olvidado a LordBug porque...

Ellos no se habían esforzado por su amor.

Por eso no olvidaban a sus otras facetas, eran increíblemente lentos en eso. Ellos seguían hechizados por sus versiones de héroes porque le habían mostrado un mundo que ellos no conocían. ¡Así que sólo tenían que mostrarles un mundo mejor!

Solo tenían que luchar más por su amor.

Y su voluntad creció. El problema estaba en qué debían hacer.

Se estaban cegando, Marinette y Mario querían seguir creyendo que los Agrestes podían cambiar, que podían amarlos. Pero olvidaron... que ellos no les podían dar lo que nunca tuvieron.

Los rubios habían tenido la misma infancia, su padre ahogado en trabajo y su madre desaparecida lo único que tenían eran las consolas y juguetes finos que les daban sus padres para mitigar el impacto de su ausencia. No tenían el amor de padre ni el amor de madre, ¿qué clase de amor podían ofrecer si ni siquiera habían probado el amor familiar? Mucho menos el de los amigos, el primer y único amigo lo tuvieron en preparatoria (por dios fue hace apenas unos meses, ¿qué podían esperar?). No tenían idea de cómo era el mundo, tal vez si sabían cómo funcionaba debido a su trabajo, pero no era suficiente. Porque el mundo era cruel. Era frívolo. Era como la vida.

Pero eso aún no lo sabían. Lamentablemente, lo descubrirían cuando ya fuera demasiado tarde. Cuando ya no podrían evitar que sus sentimientos crecieran. Cuando sus corazones se arraigaran tanto a ese amor que resultaría destructivo y los rompería de la peor forma posible...

Claro... eso sucedería sólo si Marinette y Mario no alteraran el flujo de espacio-tiempo tan delicado. Eso sólo sucedería si ellos nunca se conociesen. Y, para bien o para mal, el nacimiento de un nuevo akuma marcaría esa diferencia al romper la barrera entre dimensiones que causaría grandes estragos en nuestros protagonistas, cambiando la historia y haciendo que sentimientos, que nunca debieron haber existido, surgieran entre estos dos héroes de cabello azulado.

Pero eso... aún estaba por verse.

Y los hilos del destino empezaron a moverse.

Cuando ya no se puede esperar másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora