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《Algún día, Panem será libre》 Eso me decía mi hermano mayor, Iland, cuando me daba las buenas noches después de un día especialmente duro. Ahora me aferro a esa idea, porque es lo que me da fuerzas para seguir luchando. Bueno, tendré que esperar para seguir confiando en algo parecido a la rebelión, ya nadie parece estar en condiciones para seguir luchando. Se acabó, la rebelión ha fracasado, todos los sacrificios no han servido de nada, desde que el Capitolio enterró al Distrito 13 en el olvido, ahí, justo en ese momento, se nos acabaron los levantamientos. ¿Cómo vamos a seguir la lucha sin el 13, la principal resistencia al Capitolio? ¿Dónde encontraremos la esperanza ahora? Difícil será encontrarla ya. El Capitolio ya vuelve a controlar Panem, y no podemos hacer nada, tan solo sufrir las consecuencias de nuestra frustrada rebelión.

He salido de mi casa, porque no puedo dormir, seguramente nadie en casa pueda, no desde que fracasó la rebelión, no desde que mi padre se fue, no desde que mataron a mi hermano. Además, para añadirle mas agonía a la noche, para cuando salga el sol, será el día de la cosecha. Ahora camino hacia el Valle, hacia los que confío. Sigo el camino de tierra paralelo al río, cuesta arriba. Ya llevo 1 hora caminando, así que ya estaré llegando. El Valle es una pequeña aldea con pocas casas, hay una pequeña plaza con vistas al barranco y a la ciudad, y subiendo un poco más por la montaña, se está construyendo la que será la Aldea de los Vencedores.

Cuando llego a la pequeña plaza del Valle, que esta situada justo encima de un acantilado, se ve con facilidad como el río cae desde el Valle a la ciudad, como se reconvierte en océano. Veo una silueta sentada en un banco, quieta, observando el distrito en silencio. Puedo adivinar quien es, ya que tampoco vive mucha gente en el Valle; solo a alguien que conozco se le ocurre salir por la noche a la plaza, a Zayad, así que me acerco.

- ¿Qué haces aquí? - me pregunta, sin apartar la mirada de las increíbles vistas. Se, por su tono, su gesto y su forma de empezar la conversación conmigo, que está nervioso, abatido, tan derrotado que lo último que desea es que le vea la cara. Seguramente todavía no habrá asimilado la derrota de la rebelión.

- No podía dormir.

- ¿Y por eso te has recorrido el distrito para llegar hasta aquí?- Argumenta, sarcásticamente.

- No podía seguir en mi casa, necesitaba pensar y respirar aire fresco- me defiendo, porque me da vergüenza decirle lo que realmente siento, que venía a buscarle. Me da vergüenza que sepa que necesitaba oir su voz, que necesitaba verlo; continúo hablando- ¿Dónde está Delanies?- Sí, a ella también, he venido porque los necesitaba, a ambos. Vivo en la ciudad, en un buena casa, pero no porque tenga mucho dinero, sino porque los antepasados de mi familia la construyeron hace tiempo con sus propias manos, casi en primera fila de playa, cuando la playa era un pequeño pueblucho pesquero. Ahora mi casa está colocada en pleno centro de la ciudad. No conozco a mucha gente. Zayad y Delanies son los únicos en los que confío, porque éramos compañeros de escuela desde los 5 años, y hemos vivido muchas cosas juntos. Ambos viven en el Valle, así que, este lugar siempre será mi hogar. Nos protegemos entre nosotros.

-¿Dónde se supone que tendría que estar a estas horas?-bromea, sonriendo, y también consigue sacarme una sonrisa. He captado el mensaje de que estará en su casa durmiendo, o al menos intentándolo.

- Entonces... ¿tu tampoco puedes dormir?

- No- comenta, negando con la cabeza- ¿por qué no te sientas?-no rechisto y me siento.

Supongo que poca gente podrá dormir hoy. Pienso en el miedo que hay entre las personas, los pelotones de fusilamiento de las últimas semanas, el aumento de agentes de la paz en la ciudad, la creación de los estúpidos Juegos del Hambre, y me doy cuenta de que el Capitolio intenta aterrorizarnos. Si es esa la idea, funciona.

Los Juegos del Hambre: El OrigenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora