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No sé que hacer. La cabeza me da vueltas, y me avergüenzo de mi misma por no tener el valor de acercarme. Me convenzo de que no tendré ninguna posibilidad de ganar si cada vez que vea a Dollie me alejo, así que me acerco lentamente al puesto. Me voy a una hoguera al lado de Dollie y sin pronunciar palabra, escucho a las explicaciones del entrenador. Poco a poco voy aprendiendo, al principio consigo que la madera chispee, y con más práctica consigo por fin encender un fuego. Observo orgullosa mi pequeña fogata. Miro al entrenador y el me felicita:

—Muy bien. Cuánto más practiques mejor saldrá.

Yo asiento, y vuelvo mi atención a mi hoguera, y apago el fuego. De repente, siento que Dollie me mira fijamente. Yo comienzo a girar la cabeza hacia ella, muy lentamente, casi asustada. Cuando por fin la miro a los ojos, vuelvo a tener a Delanies delante. Parpadeo varias veces hasta que por fin, ya no veo a Delanies. Por fin veo a Dollie, a Dollie Moor de verdad. Por unos momentos me olvido de Delanies. Ella arquea las cejas y sonríe un poco al verme.

—¿Estás bien?

—Sí, solo me he mareado un poco.—Responde, devolviendo la sonrisa.

—Vale. Se te da bien encender fuego, yo llevo más tiempo que tu intentándolo y no lo consigo.

—Sigue intentándolo y lo lograrás. Solo es práctica y concentración.—Le sugiero. Ella asiente, y a mi se me queda una extraña sensación en el cuerpo. Estoy ayudando a una chica que seguramente estará deseando matarme en la arena. Impulsada por ese sentimiento, me levanto y le digo a Delfines que ha sido un placer conocerla, pero que voy a entrenar más cosas. 

Me muevo por el Centro de Entrenamiento, vigilando a los demás tributos. El tributo masculino del 1 está charlando con el tributo del 2, en el puesto de cuchillos. Shelia Lovler, del 5, está en el puesto de física, colgando de unas barras que hay en el techo. Los tributos del 6 están aprendiendo a usar el arco. El niño de 13 años del Distrito 10, el tributo más joven de los juegos, está sólo en el puesto de camuflaje. Me pregunto donde estará su compañera de distrito. Siento la necesidad de hablar con él, ya que lo veo muy solo. Me acerco a él, que está pintándose la cara con un espejo delante, ante la atenta mirada de la entrenadora de camuflaje. 

—Hola.—Le saludo.

—Hola. Si necesitas algún color de los que estoy usando cógelos.

—Oh, no, no he venido a practicar. Tenía curiosidad por ver como te está quedando el camuflaje. Veo que vas muy bien.

—Bueno, no es que haya pintado mucho durante mi vida, pero me gusta. 

—Bueno, te dejo practicando. Suerte.—Le digo, mirándolo. Tiene mitad de la cara pintada de colores naturales, mezclas entre diferentes tonos marrones y verdes.

—Igualmente.—Me dice, serio, sin parar de pintarse. Tiene 13 años, pero aunque ya de por sí es pequeño, creo que es más bajo de lo normal en un niño de su edad, así que aparenta ser aún más joven. Me entristece mucho verlo, pero no puedo dejar que esto me pare. 

Me dirijo al puesto de insectos comestibles, pero Zayad ya no se encuentra aquí. Lo busco por el Centro de Entrenamiento, y lo encuentro. Está con las tributos del 2 y del 3, y con el tributo del 2, charlando. Se me queda la cara roja de rabia, aunque realmente no se a que se debe.Me acerco a él, muy molesta, pero no digo nada. Todos se callan al verme llegar.

—Oh Kipper, hola. Estábamos hablando sobre técnicas de lucha.—Explica Zayad. Los tributos me saludan, y se presentan, la tributo del 2 se llama Mynort, la del 3 Carlisle, y el tributo masculino del Distrito 2, Rustone. 

Los Juegos del Hambre: El OrigenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora