No puede ser. No me lo creo. Me pellizco, convencida de que es un mal sueño, una terrible pesadilla. No sé que hacer, quiero huir, desaparecer con mi padre en el océano, incluso con mi hermano, pero, aunque intento con todas mis ganas hacerme invisible, pasar desapercibida, todos comienzan a mirarme. Primero los que han sido compañeros de clase, y luego, las miradas se extienden por la plaza. De repente, como si estuviese acordado, se genera un pasillo hacia el escenario.
<<Sube ahí arriba, si es que eres tan valiente>>, pienso. Allá voy, primero un paso pequeño, luego otro, un pie y luego el otro. Tengo que concentrarme mucho para cosas muy sencillas, porque estoy tan mareada que temo que me pueda desmayar, cosa que, pensando ya en los juegos, no daría buena imagen. Cada movimiento me pesa como plomo en todo el cuerpo. En un momento, cuando estoy a unos metros de las escaleras que dan al escenario, unos agentes de la paz me escoltan. El silencio es absoluto, se escucha cada paso que doy. Cuando me faltan un par de escalones para subir al escenario, Chelsea se acerca, me ofrece su mano y me ayuda a subir. Muy amable por su parte, porque creo que se percata de que puedo perder el equilibrio en cualquier momento. Me coloca a su izquierda, al lado de la urna de las chicas, y vuelve al podio para decir:
—Y aquí, ¡tenemos a la primera tributo del Distrito 4 de la historia! Un fuerte aplauso para, Kipper Oustend.—La gente aplaude tímidamente, porque, no se atreven a resistirse a la petición de los aplausos ante tanto agente de la paz, pero si consiguen que se note un estado desacuerdo general en el ambiente. Encuentro a Maylen entre la multitud de su edad, llorando con fuerza, aunque intentando mantener la compostura. Me doy cuenta de que está haciendo un gran esfuerzo por no venir a buscarme, chillar y abrazarme para impedir que me lleven a los juegos. Sin embargo, veo borroso por culpa de mis ojos húmedos, y me resulta imposible encontrar a mi madre y a mi otra hermana. La tarea de encontrar a Delanies y Zayad es impensable—. Prosigamos.—Canturrea la que será mi acompañante, se baja del podio y se acerca a la urna de los chicos. Introduce la mano, revuelve las papeletas, escoge una, y de vuelta al podio.
—El tributo masculino, que representará al Distrito 4 en los primeros Juegos del Hambre es...—Abre la papeleta, y repite el procedimiento. La lee para sus adentros, memoriza, yo cruzo los dedos, Chelsea toma aire, mira al frente, y pronuncia el nombre, alto y claro:
—Riden Flonnery.—Al escuchar el nombre, se me caen dos lágrimas por las mejillas. Por mucho que me intente resistir, mi dolor se percibe fácilmente, y las lágrimas me delatan aún más. ¿En serio? ¿Riden? ¿Tanto me odia la vida? ¿No sería más fácil darme un cuchillo, y matarme aquí, sin tener que pasar por todo lo que tendré que pasar? ¿Y encima ahora con Riden? Supongo que nuestras familias están destinadas a vivir desgracias de por vida.
Ya veo a Riden, mirando al frente, caminando con decisión, valiente. No funciona. A pesar de sus esfuerzos, sus ojos están húmedos. Seguramente lo están desde que salió mi papeleta. Una vez más, Chelsea le ofrece la mano, lo coloca al lado de la urna de cristal en la que están las papeletas masculinas, y se dirige al podio. Justo cuando está a punto de empezar su discurso final, se oyen murmullos entre el público y la gente se empieza a alborotar. Es Zayad, intentando llegar al escenario empujando a la multitud, nervioso y con prisa, para que le abran paso. Cuando consigue llegar a primera fila, los agentes de la paz lo atrapan, y grita:
—¡Me presento voluntario!
Entonces los agentes lo sueltan, y lo dejan subir al escenario, y él se coloca mirando al podio en donde se encuentra Chelsea. Creo que como son los primeros juegos, los agentes están un poco desconcertados, saben que puede haber voluntarios, pero no saben como actuar ahora. Zayad levanta la barbilla, mira fijamente a Chelsea, y pronuncia:
—Sería un honor para mí representar a mi distrito en los Juegos del Hambre. Me presento voluntario como tributo masculino.
No puede ser. No puede hacerlo. ¿¡Qué demonios está haciendo!? ¿Se cree que me hace un favor? ¡Esto lo empeora todo! Mis lágrimas de tristeza y miedo se convierten en lágrimas de rabia. Giro mi cabeza a la derecha, miro fijamente a los ojos pardo de Riden,y él me duevuelve la mirada. Quiero hacerle saber que no está bien, que prefiero que sea él el que vaya conmigo, que Zayad no puede ir, que será peor para todos. Le hago un gesto, negando con la cabeza, en desacuerdo. Es muy listo. Observa durante un segundo mi rostro, mi dolor y mi sufrimiento, y entiende lo que le quiero decir. Riden da un paso adelante, agarra a Zayad por un hombro, llamando su atención y la de todos, le mira cara a cara, y dice, agobiado:
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Los Juegos del Hambre: El Origen
Fiksi Penggemar¡Que empiecen los primeros Juegos del Hambre! La historia del final de los Días Oscuros y del comienzo de Los Juegos del Hambre. ¿Quién ganará los primeros juegos? Inspirado en el mundo de Los Juegos del Hambre, creado por Suzanne Collins. Sin ánimo...