Procura no asustarte

El amor de una madre.

El amor de una madre.

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Hay cosas realmente perturbadoras, que por amor puede llegar a hacer.
Y el amor de una madre no conoce límites.
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Sakura no era tonta.

Ella sabía muy bien forma en la cual la miraba toda la aldea. Sabía que todos tenían miedo del hijo que llevaba en su vientre. Sabía que era repudiada.

Sakura no era tonta.

Los que había ayudado y salvado durante la guerra, los aldeanos que procuraba darles la mejor atención, por los que se había esforzado tanto, su tan adorado y precioso pueblo, le había dado la espalda en cuanto ella quedó embarazada del Uchiha.

Ella era consciente de las consecuencias cuando comenzó con eso, pero aun así el amor que sentía por ese hombre que fue su compañero de equipo era mayor a todo lo demás. O al menos lo era... hasta que nació su hija...

Ella se convirtió en lo más importante de todo, su bienestar estaba por encima de los demás. Su pareja se mantenía de misión en misión, su ausencia generó que toda su atención se dirigiera a su trabajo y a Sarada. Con el tiempo, el amor que tanto le juraba al de cabello azabache, se redirigió a la pequeña que absorbía todo su tiempo. Así que cuando vio el repudio, odio y repulsión con la cual su pequeña era vista, un nuevo sentimiento creció en su interior... y era dirigido al Uchiha.

¿Por qué la miran de esa manera? ¿Qué culpa tiene Sarada? ¿Qué tenía que hacer para que la aceptaran? ¿Qué había hecho la niña...?

Oh, claro...

No era Sarada, era el hecho de que era una Uchiha.

Era el hecho de que era hija de Uchiha Sasuke.

Y todo se volvió claro.

Sólo tenía que hacer que él dejara de ser una amenaza para la aldea, y cuando lo hiciera, todos querrían a su pequeña hija, todos verían lo hermosa que era, todos se darían cuenta de lo que despreciaban.

Lastimosamente, alguien tendría que hacer el trabajo sucio, y también deshacerse del ex-vengador.

Después de todo, a veces hay que hacer sacrificios en pos de un bien mayor.

Y ella le daría a Sarada lo mejor que lo mejor, su hija tendría todo lo que se merecía, su vida sería perfecta; tal vez lloraría unas semanas por su padre, pero nada de qué preocuparse. Porque por amor se hacen locuras. Y el amor de una madre no conoce límites.