07.

261 41 9
                                    


— ¿Cómo dices? — pregunte dejando de caminar repentinamente, Michael siguió caminando unos cuantos pasos hasta que se percató de que yo no le seguía el paso, y se dio la vuelta.

— La chica, Kira.

— ¿Cuál chica? — conteste un tanto aturdida por la situación.

— Es que, no lo sé muy bien, lo tengo borroso. — dijo en un decibelio sobándose la cabeza, y después siguió caminando como si nada. No me molestaba el echo de que existiera una posibilidad (y solo una posibilidad), de que me encontrara besando una chica, simplemente me asustaba el echo de quién era, pero Michael no iba a decir nada, no ahora, lo único que su neurona alcanzaba a manejar era el seguir caminando y mantener un ojo abierto, así que le preguntaría cuando sus sentidos estén más vivos.

Estuvimos caminando durante varios minutos, para este punto yo casi venía arrastrando a mi amigo de una mano, mire la única casa azul con un ojo de buey de toda la colonia, la mía, el carro de mama aún no estaba estacionado afuera, lo que realmente me trajo un alivio, al fin me pude relajar solo un poco, pero el insoportable dolor en mi cabeza y mi boca deshidratada aún estaban.
Como pude escale el cerco y brinque hasta el otro lado, podría jurar que Michael miro toda mi ropa interior y que probablemente había rasgado mi vestido, pero le reste importancia, estaba más concentrada en encontrar la llave que mama escondía normalmente en un tronco partido de un árbol.

Escuche a Matías ladrar, el perro pulgoso de la vecina al que mama alimentaba algunas veces, corrió hacia mí y comenzó a darme unas lamidas, y a pesar de que yo amaba ese perro solo deseaba tener una pistola y dispararle, sinceramente sus ladridos eran como piquetes en mi cabeza, intente alejarlo pero era imposible, Michael solo esperaba del otro lado.

— ¿Buscas estas? — escuché una dulce voz decir tras de mí.
No ahora, por favor. Gire mi cabeza y me encontré con Daniela, la hija mimada, aniñada y molesta de mi cursi vecina, también una de las confidentes de mi madre cabe mencionar, tenía las llaves en su mano y las agitaba frente a mí como llavero de feria.

— Si, dámelas. — conteste intentando quitárselas, pero ella solo las puso detrás de ella.

— No, tú madre me dijo que las guardara hasta que ella regresara, además ¿qué son estas horas de llegar? — una vil mentira, mamá aunque fuese bastante inconsciente jamás me dejaría fuera de casa, esta chica solo quería volverme loca.

— No es tu problema, dame las llaves.

— No. — sus grandes ojos cafés viajaban desde mi hasta Michael de una manera juguetona, me provocaba meterle un golpe, o un escopetazo, cualquier opción sería buena.

— A ver ¿qué es lo que quieres? — dije cruzando mis brazos, ella puso una pequeña sonrisa en su cara y miro a Michael por unos segundos.

— Tu sabes que es lo que quiero. — y vaya que lo sabía, mire a Michael por encima de mi hombro, estaba aún adormilado y con la camisa mal abotonada.
Normalmente despreciaba las conquistas de Michael, y en todo momento intentaba hacerle creer que necesitaba conocer otro tipo de chicas, y Daniela es diferente, pero no era exactamente a lo que me refería.

Pero en este momento lo valía, igual una más o una menos no haría a Michael más o menos promiscuo.

—¿Pretendes que te cambie esas llaves por una cogida con Michael? — pregunte susurrándole.

— Por una cita Kira. — contesto rodando los ojos.

— Echo.

— Es un echo. — estiró su mano frente a mí y yo la tome de regreso cerrando el trato, ella aventó las llaves a mis manos y meneo su cabello para después salir de mi patio pavoneándose exageradamente con Matías detrás, seguramente iba a escoger la ropa que usaría.

— Estoy seguro de que valgo más que unas llaves. — respingo Michael en cuanto me giré a verlo.

— Claro, vales la felicidad de entrar por fin a casa y tomar tres litros de agua.

— Buen punto. — contesto, rápidamente metí la llave en la cerradura de metal y lo deje pasar. Juntos dimos enormes zancadas por toda la casa hasta llegar a mi cuarto, donde prácticamente me desplomé en la más cómoda que nunca cama, Michael ni siquiera logró llegar hasta ahí.

— ¿Quién va por el agua y las aspirinas? — pregunte.

— Tu.

— Creo que hoy me a tocado sufrir demasiado, yo me trepé la cerca y enfrente a tu futura novia.

— Tengo una idea. — dijo cambiando su tono, oh no.

— ¿Tú vas por el agua y yo por las aspirinas?

— No, no hablo de eso. ¿Qué si tenemos una doble cita?

Regresé amiguitos.🤘🏻
Ween.

Graveyard | Melanie Martinez.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora