Tras aquel suceso las cosas no parecieron cambiar, pues dos días después, Daniel no tuvo más remedio que volver a la realidad de la escuela, junto con todo lo que conllevaba. Una vez más la jornada consistió en aprender a esquivar al matón que lo perseguía y en soportarlo cuando no tenía otro remedio. Al principio se vio tentado a llamar al Sr. Mendes, en muchas ocasiones tenía el deseo de aprender un par de cosas para poder hacer pagar a aquella bola de sebo todo por lo que le estaba haciendo pasar, pero entonces recordaba la terrible sensación que sentía ante la idea de hacerle daño a quien fuera. Hubo ocasiones en las que se planteó la idea de deshacerse de la tarjeta para no caer en la tentación que suponía el llevarla encima. Aún así, cada vez que se lo sugería a sí mismo, una extraña fuerza interna le impedía llevar a cabo semejante acción. Simplemente, dedicaba sus pensamientos a otros asuntos hasta que al final se olvidaba de que esta existía, llevándola encima junto con otra clase de trastos inútiles que siempre tenía en sus bolsillos. Todo parecía mantenerse estático, nada evidenciaba un posible cambio. No obstante, llegó un momento en el que tanto Daniel como Martín se acabaron por dar cuenta de un hecho inmediato:
—En fin muchachos, por hoy lo dejamos hasta acá —informó el Sr. Medinas al final de una de sus clases.
Los chicos guardaban sus cosas, la excitación de la juventud durante la hora final se olía a lo largo de toda el aula.
—¡Eh! ¡Esperen un momento! —exclamó el maestro—. Sé que están impacientes por salir, pero recuerden que la semana que viene dará comienzo la etapa de las pruebas finales. Así que ya saben: estudien o aténganse a las consecuencias. Luego no quiero que nadie me llore por haberles fastidiado las vacaciones de verano. Considerad esta advertencia como mi particular y adelantado regalo de Navidad. Hasta la semana que viene, espero que tengan un buen fin de semana.
Semejante declaración manifestó un hecho que hasta ese momento no se le había pasado por la cabeza. ¡El año estaba a punto de terminar! ¡Durante los próximos meses no tendría que aguantar más a ese cobarde!
—¿Qué te pasa, gil? ¿Qué te hace tanta gracia?
Hablando del demonio, allá estaba. En frente con la cara ensombrecida por el ceño fruncido. Una imagen de la que se había terminado acostumbrando, pero en aquella ocasión, sí existía una razón para preocuparse. Había cometido un error, sonrió al pensar en la tan buena noticia.
—Nada, me acordaba de una cosa...
—No te hagas el pelotudo, te has alegrado porque crees que cuando termine la escuela te voy a dejar en paz, ¿verdad?
Claro, él también se daba cuenta. Y aunque muchas veces lo parecía, no era precisamente un estúpido. A Daniel le extrañaba semejante reacción, de alguna manera entendía que pudiera ser lo bastante egoísta como para que quisiera molestarlo para aplacar, de alguna forma, la amarga sensación de que el resto de los alumnos abusaran de él. Sin embargo, aquello ya pasaba de castaño a oscuro. ¿Era posible que lo suyo fuera un caso de pura maldad? ¿Se sentía así de frustrado simplemente por no tener el placer insano de hacerle sufrir? Sin duda, eso tenía que ser. No pudo evitar notar como poco a poco él, quien por norma jamás buscaba problemas, se enfurecía.
—¡Qué! ¿Querés pelea? ¿Es eso?
Una parte de su interior volvió a acariciar la idea golpearlo, resolver aquella cuestión de una buena vez. Sin que Martín se percatase, Daniel Mira apretó con fuerza el puño...
—¡Venga! ¡Dale nomás! Te dejo dar la primera trompada...
Sin embargo, cayó en la cuenta de que todo aquello ya no importaba. Era innecesario tomar acciones contra él, pues ya no quedaba nada de tiempo.
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ODIO PELEAR
General FictionPortada creada por Grego: http://gremilgcb.blogspot.com.es/ Es el 31 de agosto de 1970, en Argentina. Daniel Mira, un joven de doce años que se considera débil tanto mental como físicamente, acaba de mudarse a Buenos Aires, donde se siente incapaz...