.Lugar.

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CASTIEL.

Lysandro había desaparecido tras la puerta principal.

Me quedé unos segundos viendo al vacío, intentando controlar la angustia que me provocaba este tipo de situaciones. Porque era costumbre qué siempre sucediera lo mismo, el peliblanco no hacia mas que pedir lo imposible, sin intentar disfrutar lo que yo si tenía permitido darle. No le negaría amor si tuviera, pero no tenía nada, absolutamente nada. Todo estaba con el rubio, y el rubio estaba a kilómetros de distancia.

Me di la vuelta para encaminarme a la sala de música. Sabía que era lamentable que pasara mi tarde en un instituto vacío, pero no quería volver a casa. No hasta que me sacara de la cabeza a Nathaniel.

En la sala reposaba una preciosa eléctrica, pero mis ánimos me obligaron a ir por la acústica. La enchufe en el amplificador y me senté al borde del pequeño escenario rectangular que habían instalado para las prácticas. Estaba desafinada, lo que la hacia sonar latosa. Procedí a afinarla entonces con la precisión de quien lleva una guitarra consigo desde que aprendió a dar sus primeros pasos. Porque así era. Había también un micrófono de pie plegable, que atraje hacia mi de inmediato. Me gustaba mi voz, me gustaba oírme por sobre las cosas, era como anesteciarme.

Comenze a tararear el ritmo al compas de los acordes. Amaba esa canción. La letra era mía, y estaba dirigida a alguien especial.

Me quiero ir,
Quiero volver,
Quiero dejarte de ver.

Cante suave.

Te espero cansado,
Te espero en diciembre,
Te espero con veinte.

Con veinte años,
Con treinta años,
Con la vida entera,

A mi manera.

Cante para el.

Debería borrarte,
Porque eres de esos que no soportan las preguntas superficiales,
Que me hacen sentir el peor de los males por no rebalsar el vaso de agua.

Es que ellos quieren gas y es otra historia,
Una historia que probablemente no quepa en mi memoria.

Porque eres fuerte y yo soy tranquilo,
Y es posible que me ahogue con tanto ruido.

Es posible que no pueda hacerte un espacio,
Porque todo lo que dices me sabe amargo.

La verdad estoy cómodo en este lugar,
Teniéndote lejos para poderte olvidar.

Pero no tengo a nadie además de ti,
y estoy seguro que te perdí.

Y pasa diciembre,
Y pasa el verano,
Y pasan los años.

Es cierto que te extraño.

Me quedé en silencio. Esa canción era mucho para mí en estos momentos, necesitaba digerirla. Pero unos aplausos pausados irrumpieron en la sala. Volteé asustado a ver quien era y me sorprendí a mi mismo viendo al rubio. Traía la ropa de la mañana y el rostro cansado, pero un destello en sus ojos me indicaban que estaba feliz.

-¿De donde sacaste esa canción?- me pregunto.

Estaba en el umbral de la puerta y al parecer no tenía intenciones de cruzarla.

-La escribí.- Conteste seco, intentando asimilar su presciencia.

Había algo en Nath últimamente que me ponía tenso. Siempre que lo veía mis hombros se endurecían y sólo podía pensar en ser brusco con el. Evitarlo se había vuelto hasta un punto, divertido. No era amigo de la rutina, pero tener que evitarlo lo incluía en mi agenda y eso era menos que nada.

-Es bonita.- dijo amable.

Tarde un segundo en darme cuenta de que no debía estar allí con el. Así que me levanté, deshaciéndome de la guitarra y de un salto baje de la tarima. Tenia que cruzar por frente de el para salir y no quería tenerlo cerca. No me sentía capas de afrontar la situación.

-¿No te vas?- Esperaba que se fuera.

-No.- negó tranquilo, inmóvil en su sitio -Es que vine aquí por algo.

Mierda, tenía que cruzar, tenía que hacerlo porque el no iba a moverse. Avance a paso firme e intente no mirarlo. Los entornos en los que lo veía usualmente estaban hasta al tope de gente, así que era fácil fijar mi atención en cualquier otra cosa. Ahora solo estábamos el y yo, y todos mis sentidos exigían que cediese, por lo que nuestras miradas se cruzaron de todas maneras. Mi corazón se derritió al contacto de sus ojos miel y una sonrisa empalagosa me tinto inmediatamente el rostro. El no respondió con otra sonrisa.

-¿Que es tan gracioso?- soltó confundido.

-No tengo la menor idea.- reí.

Pero claro que tenía idea. Lo gracioso era el, y la facilidad que tenía para que cayera ante sus encantos.

-¿No te ibas?

-Ah... si.

Pero ahora que me había ablandado no quería irme. Era mi oportunidad de hacer las pases.

-¿Que ibas a hacer tu?- Pregunte.

-Iba a hablar contigo, pero no me salió muy bien porque parece que te estás yendo.

Ahora si la sonrisa habia aparecido en el, pero no como esperaba. Tenia un aire triste. Parecía que hace tiempo venía ocultándola.

-¿Hablar conmigo? ¿Para que?- Lo observe anonadado.

-Queria saber si estabas enojado, o cual es la razón por la que me evitas tanto últimamente.

Agacho la vista al decir esto último. Parecía derrotado, y algo en mi corazon se encogió.

-¿Te molesta que te evite?

-No, no lo sé. Quiero decir, estábamos empezando algo y de pronto... nada. ¿hice algo mal?- hizo una pausa y prosiguió. -Si es por lo de nuestra 'Cita no cita'- hizo énfasis en esto ultimo. -Estaba nervioso, me altere, no debí... no debí actuar así. Yo no se muy bien como es esto, no se que se supone que debo hacer. No es como si fuera una aventura Castiel, no es tan fácil.

-Lo se, yo...

-¡Dejame terminar!- me interrumpió. -Lo que quiero decir es que no... no eres alguien cualquiera que pueda descartar así sin mas. -sus ojos se mantenían fijos en los mios, expectantes, como si intentará ver a través de mi. - Te quiero Castiel, y mucho. No entiendo esto ¿Ya lo dije verdad? Lo único que se es que te necesito, este bien o este mal. Porque sin ti, las cosas no tienen el color que me gustaría, nada funciona como quiero. Y tiene que funcionar, tengo que poder. Pero necesito que estés conmigo, así que... ¿Podemos intentarlo otra vez?

Mientras lo observaba decirme esto, creí ver más allá de el. Me estaba enseñando lo que había estado guardando todo este tiempo, me había mostrado el lugar donde guardaba la llave de su intimidad, sus deseos, sus miedos. Sabía que no era fácil para el, su carácter voluble no era la clase de carácter que te permite ir por ahí diciéndole a la gente lo que sientes en realidad. Lo supe el día en que me enamoré de él, cuando en la sala de delegados le solté una barbaridad de cosas sobre mi, los estereotipos, la vida y el. Fue entonces cuando vi a través de la dulzura de sus ojos a alguien gritar dentro. Tuve miedo de que soltara, de que dijiese lo que sentia en realidad, sabía que no era alguien común y me obligue a salir corriendo. Pero hoy no tenía tanto miedo. Estaba bien que el frío delegado tuviera algo dentro, estaba bien que se pasará de la raya, que perdiera la estabilidad, el control, que sintiera. Porque de eso se trataba todo en realidad, sentimientos.

-Claro que podemos, tonto.

Esta vez, su sonrisa fue sincera. No pude menos que abrir los brazos para hacerle un lugar. En mi vida, y en mi corazón.

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⏰ Última actualización: Sep 18, 2016 ⏰

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