.Beso.

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NATHANIEL.

No, el no es nada para mi.
Era lo que me decía a mi mismo noche tras noche, cuando el insomnio me comía vivo por su culpa.

No quedaba nada, si el estaba ahí, no quedaba nada. El almuerzo asqueroso del mediodía, la sonrisa dulce de la dependienta del local 17, la mierda de perro que no vi en la acera, el mensaje gracioso de Mel y el papeleo que no había terminado. Esos momentos se habían ido en el instante en el que deje de vivirlos, y supuestamente tendrían que volver como recuerdos vagos, casi inexistentes. Pero no, no volvían, porque mi mente estaba demasiado ocupada pensando en el, y de todo lo demás no quedaba nada.

Eran incontables las veces en las que me decía que me olvide de todo, que estaba siendo demasiado optimista, que esas pequeñas cosas que habían pasado entre nosotros no eran reales, que debía fijarme en otras personas.

Pero nada, el seguía impreso en mi piel como si fuera un tatuaje recién hecho, tosco y doloroso, algo vivo. Con una sensación de ligero arrepentimiento, con la satisfacción de algo que querías haber podido hacer antes, porque si pudiera haberlo hecho antes, no lo habría dudado, yo lo quería. Lo quería horrores, eso era lo peor. No solo lo quería, era algo mas. Lo añoraba, lo necesitaba, estaba seguro de que sin el nada iba a tener sentido.

Y entonces pasaba esto: De pronto, una noche, no tenía que preguntarme quien era el. No tenía que intentar olvidarlo, ni decirme a mi mismo que para el no era nadie. No tenía que sentirme mal por quererlo, por necesitarlo. Ni preguntarme si el también lo hacia, porque sabía que si. Y eso para mi, era más reconfortante que cualquier otra cosa en el mundo entero.

Esa noche al fin, después de tantas, tenía permiso para dormir.

KENTIN.

Era la tercera noche que soñaba con esos ojos.

Los tenía grabados en mi cabeza como una fotografía medio borrosa. En el sueño eran increíblemente nítidos, pero a penas despertaba, la imagen se nublaba. Era terriblemente estresante no saber a quién pertenecían. Me pasé todo el domingo intentando recordar a alguien con esos ojos, y el lunes, buscándolos en cada rincón del instituto. No encontré nada, absolutamente nada.

Realmente me sentía frustrado. Para desahogarme comencé a patear las sillas del aula, que en esos momentos estaba vacía. Si después acomodaba todo, no habría problema. A menos que alguien me descubriera.

-Te estaba buscando...

El delegado irrumpió en la sala algo agitado, pero al ver el desorden su expresión se tornó confusa.

-¿Que haces?- dijo.

-Es difícil de explicar.

-No importa- suspiro resignado -No tengo tiempo para distracciones. Tengo que ir a un lugar ya mismo y necesito un favor.

-¿Que? ¿A donde vas? Todavía nos queda una clase.- replique.

-Me la saltare, de verás necesito hacer esto. ¿Vas a ayudarme?

-Dime.

-Un amigo me pidió que le firme un justificativo para poder saltarse una clase y no tengo tiempo de dárselo.- me explico mientras sacaba unos documentos de su mochila -¿Recuerdas a Alexy? ¿El chico de cabello azul que estaba en el baño el otro día? ¿El del maquillaje?

Recordaba al chico. Tenía un expresión relajada y hablaba con voz sosegada. Parecía muy cómodo en su propia piel.

-Si, creo que lo ubico.

-Daselos- me tendió los papeles -Me dijo que estaría en el jardín ayudando a una amiga con no se que. Y apresurate, que su clase comienza en veinte minutos.

.Al Lado De Ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora