Se recogió el pelo con destreza, mientras caminaba despreocupadamente. No tenía ninguna goma a mano, así que buscó algo que le permitiera sujetarlo. Acabó usando una cuchara, como de costumbre.
Sopló para apartar de su frente un rebelde rizo color trigo que había escapado a sus ágiles dedos, comprobando con resignación poco después que no había sido el único.
Iba descalza, vestida tan solo con una blusa suelta. Le gustaba sentir la madera fresca contra su piel. Se frotó los ojos a la par que reprimía un bostezo y miró alrededor. Los rayos de sol se colaban por los altos ventanales iluminando tenuemente la amplia sala que constituía su apartamento; un moderno loft de estilo industrial.
Todavía era temprano.
El aroma del café se esparció por el lugar. Con cada uno de sus movimientos, ella liberaba nuevas esencias que llenaban el aire. Muy pronto, los olores del pan tostado, la mantequilla y la mermelada de arándanos compitieron entre sí para extenderse por la estancia.
Se movía por la cocina como si bailara, seguida incansablemente por la nube de rizos que enmarcaban su rostro y las ondulaciones de su blusa. Cuando se desplazó de nuevo, el chocolate bañó generosamente una pila de tortitas. Un revoloteo de rizos más y abrió un armario. Se puso de puntillas para alcanzar una taza, ahogó un terrón de azúcar en la leche y, finalmente, vertió en un vaso el zumo de una naranja. Colocó con esmero el magnífico desayuno en una bandeja que depositó después en la mesa del comedor.
Se sentó en una silla y, en lugar de comer, comenzó a llorar.
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Dime, ¿a qué huelen las flores?
Short StoryAromas y sabores, reconocimiento y éxito... La cocina inundaba su vida. Hasta que, un día, se dio cuenta de que eso era todo cuanto tenía. Y de que lo había perdido. Todos los derechos reservados. ~ Finalizada. Palabras: 3.829 ~