El coche dobló la curva con demasiada velocidad, derrapando ligeramente y haciendo que los transeúntes se giraran estupefactos. A ella le gustaba ir deprisa; y no sólo al volante. Era en sí misma un torbellino, una vorágine. Estaba llena de energía. Seis meses habían pasado desde aquel día lleno de nervios y ya había convertido su restaurante en una de las citas obligadas para todos aquellos visitantes que acudían a la ciudad. Bajó del coche y contempló el imponente edificio. Él la esperaba en la cocina.
Siempre acudía al trabajo media hora antes, justo el tiempo que ella necesitaba para vestirse después de su ración de ejercicio matutino. No era ningún secreto que vivían juntos, pero les gustaba mantener las distancias durante la jornada laboral, y llevar horarios distintos tan solo era una aprte de su pequeño juego privado. Mientras se encontraran ante los fogones no eran simplemente marido y mujer, sino que dejaban a un lado la intimidad para formar el equipo perfecto. Trabajaban con una precisión milimétrica y una compenetración inigualable, casi como si pensaran con un solo cerebro en lugar de dos.
También se amaban con la misma intensidad. Una sonrisa asomó a su rostro al pensar en ello.
Entró en la cocina atándose el delantal. En un instante, sus pulmones se llenaron con los olores de la comida: las esencias de las especias, la carne cocinándose, el frescor de las verduras... Le encantaba la variedad y la combinación de todos ellos. El sitio hervía de actividad, pero, a pesar del ajetreo, reconoció la fornida espalda de él, inclinada ante los fogones. Le costaba trabajo abrirse paso entre el bullicio. Precisamente ese día llegaba una nueva ayudante para reforzar al equipo, que no daba a basto con las constantes ampliaciones y el auge de las reservas. Un aumento de la plantilla no entraba dentro de sus previsiones, pero el éxito del local lo había convertido en una necesidad apremiante. Sabía que era una buena señal, pero una parte de su corazón anhelaba un poco más de tranquilidad. Quería que éste, a diferencia de sus otros restaurantes, fuera un sitio más íntimo. Tener más tiempo para disfrutar de su trabajo y su marido.
Inconscientemente, su mirada lo buscó otra vez.
Pensó en aproximarse a él por detrás, para pillarlo desprevenido, pero la asaltó de repente un aroma poco familiar, empalagoso y dulzón, que interrumpió sus pensamientos. Se trataba, indudablemente, de un perfume de mujer. Se acercó más a él y, entonces, la vio. Conversaban distendidamente, con una familiaridad que no supo cómo interpretar. Casi sentía la electricidad que desprendían sus cuerpos.
Sí, había algo extraño en el aire, y no era solo aquel pegajoso perfume.
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Dime, ¿a qué huelen las flores?
Short StoryAromas y sabores, reconocimiento y éxito... La cocina inundaba su vida. Hasta que, un día, se dio cuenta de que eso era todo cuanto tenía. Y de que lo había perdido. Todos los derechos reservados. ~ Finalizada. Palabras: 3.829 ~