Pasamos la mitad de esa semana en el hospital. A veces dormía ahí, y por la mañana me iba a la escuela con toda la pesadez del mundo. Dormir en los catres de visita no era tan cómodo como yo creía, pero me daba igual.
Tristán no hablaba con nadie y eso me rompía el corazón. De vez en cuando me dirigía la mirada, pero no la sostenía mucho. Sólo asentía o negaba y no decía palabras largas.
De todos modos, yo hacía lo que hacía por amor puro. No me importaba que se comportara grosero y distante, porque ya me habían advertido que eso podía suceder.
Eran aproximadamente las tres de la tarde de un jueves, cuando una persona gritó mi nombre a varios metros de distancia lejos. Me giré para saber quién era la persona que me llamaba. Era Amelia, una chica con la que Tristán salió un par de veces hacía varios años y que, aunque me doliera, ella siempre significaría algo para él.
—¡Lexie! —Iba gritando mientras corría en mi dirección. El cabello rubio lo tenía revuelto sobre la cara y su respiración era agitada—. Hola, perdón por eso.
—No es nada.
—¿Cómo está Tristán? —Sus ojos denotaban preocupación, era algo que nadie podía negar. El corazón se me encogió y me acomodé el bolso en el hombro, algo nerviosa.
—Él... bien, pero es solo lo que dicen los médicos. No ha articulado una sola palabra desde la decaída.
—Oh, Lexie, lo siento mucho —expresó con tristeza. No sabía cómo reaccionar al respecto... Era difícil—. Me encantaría poder ir a verlo, pero siento que no es lo apropiado, ¿sabes?
Ella estaba esperando a que yo le dijera que sí, que no había ningún problema con que ella fuera a ver a su ex novio al hospital.
Pero no era así la situación. Yo no quería que ella estuviera ahí, que lo consolara en un intento de imitarme.Amelia era bonita y una chica agradable, pero ahora mismo no era esencial en la escasa vida de Tris, y por lo tanto me negué a aceptar su visita.
—Sí, yo tampoco creo que sea adecuado que vayas... —expliqué tratando de sonar natural—. Pero le diré que te vi.
—Oye —dijo una vez que me dispuse a darme la vuelta y seguir caminando—. ¿Tú...? ¿Tú crees que él vaya a morir?
—Va a morir, Amelia. No sé si lo sepas, pero es el ciclo de la vida.
—Me refiero a... ¿Será pronto, Lexie?
—No lo sé —respondí simplemente. La verdad no me gustaba pensar en la muerte del amor de mi vida, pero era algo que ya tenía que estar considerando.
Aun así, no quise responderle a Amelia. Ella ni siquiera se había enterado de que Tristán tenía cáncer hasta que recayó, o sea, un par de días atrás. Tris me había pedido, casi implorado, que sólo le dijera a las personas que creía importantes. Mencionó a dos amigos de la escuela, a sus compañeros de banda y, claro está, a Amelia.
—No dudes en avisarme, por favor, ¿sí? Él sigue importándome mucho.
—Yo te avisaré.
—Y... oye, perdón por tantas preguntas, pero es la curiosidad que me carcome.
Gruñí internamente y suspiré.
—¿Qué sucede?
—¿Cáncer de qué? —Soltó automáticamente.
—Sarcoma intraocular.
Tardó unos diez segundos en asentir lentamente. Estaba procesando aquella información que tampoco era fácil de comunicar.