No, no retomamos nuestra relación desde el principio. De hecho, ni siquiera la volvimos a platicar. La verdad era que yo me sentía muy cómoda estando con él sin etiquetas. Supongo que él tampoco quería que lo nuestro sucediera otra vez, porque no volvió a preguntarme nada al respecto. Era lo mejor para los dos, de una u otra manera.
Había llegado el día de su operación. Él y yo acordamos que no lo acompañaría al hospital, e iría a verlo una vez que ya estuviera internado. Así nos evitábamos algún tipo de sentimiento encontrado o que el ambiente se sintiera tenso.
Mejor todo así: alejados.
Eran las cuatro de la tarde cuando llegué al hospital. Su cirugía era a las cinco y media, así que él ya debía estar en su habitación siendo preparado para el procedimiento.
Llegué a sentarme en la sala de espera en donde me encontraría con su madre. Ella estaba sonriendo un poco, y no había ni rastro de su marido.
—Lexie, me alegra mucho que estés aquí.
—Lo hago por Tristán —le respondí con una sonrisa y sentí que se formaba un nudo en mi garganta. Mierda.
Se quedó callada de repente y su mirada se dirigió al inicio del corredor, detrás de mí. Arrugó el entrecejo y empezó a murmurar cosas incomprensibles.
—¿Pasa algo?
—Creo que conozco a esa chica.
Era Amelia. Venía de la mano con su entonces novio y parecía muy consternada por la situación de Tristán.
Llegó a nosotras con cara de preocupación y abrazó a la mujer sin previo aviso.—Vine lo más rápido que pude.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Le pregunté de golpe. Ambas se giraron hacia mí, sorprendidas, pero la mamá de Tristán se mantuvo impasible.
—Ah, Alexis.
—Ah, zorra.
—Las dejaré solas un momento.
La mujer me sonrió, lo que me hizo preguntar si a ella realmente le agradaba Amelia.
Antes de irse, apretó mi hombro y continuó su camino en silencio.—¿Disculpa?
—Disculpa aceptada.
—Alexis, ¿qué mierda?
—Así empezó a oler en cuanto entraste. ¿Qué es lo que quieres?
—Saber cómo está.
—No te importa, sólo querías llevártelo a la cama una vez más para dejarlo solo cuando más necesitaba compañía.
—Ah, no digas nada acerca de haberlo dejado solo, Alexis. Tú fuiste la primera en echarlo a patadas de tu vida.
Los impulsos agresivos siempre fueron algo que no pude controlar. Mi mano viajó tan rápido a estamparse contra su pómulo que ni siquiera tuve el tiempo para pensar en las consecuencias de mis actos.
El golpe sonó tanto que hasta un par de enfermeras que iban pasando por ahí, se detuvieron en seco. Me echaron una mirada rápida y luego a la madre de Tristán, quien se levantó en cuanto las vio y se acercó a ellas para decirles algo.
El tipo que venía con Amelia se quedó perplejo viendo cómo yo me encargaba de golpear a su novia.
—Eres una...
—¡Ya basta! —Gritó la mujer—. Amelia, voy a pedirte, por favor, que te vayas de aquí. Le diré a Tris que viniste a verlo, pero vete.
—¡ALEXIS EMPEZÓ!
—No diré nada al respecto. Retírate.
Amelia corrió hacia su novio y lo sacó tan rápido como pudo del hospital.
Creí que la señora me reprendería o me diría que también me fuera, pero no sucedió.
—¿Quieres acompañarlo en su cirugía?
—¿Qué? ¿No está molesta conmigo?
—Yo no soy la que tiene tu mano marcada en la cara —se rio—. Se lo tiene bien merecido, Lexie. Por eso siempre serás mi favorita.
Ella es Lexie: