zwölf.

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Olvidé todas aquellas veces en las que alguien me había decepcionado. Casi se me había borrado de la memoria cómo se sentía que una persona importante en tu vida te destrozara el corazón.

Tristán era mi vida. Estaba acabando conmigo poco a poco y sin esmerarse. Lo había dicho tan pasivamente que por un momento creí que sería fácil perdonarlo por el amor que le profesaba. "No voy a llorar. Está bien. Es normal".
Pero no pude.

Después de muchos sucesos en la puerta principal, en la sala y en la cocina, yo estallé en llanto. Todo esto sucedió silenciosamente porque no quería despertar a mi madre y explicarle por qué Tristán era un cabrón.

Él no decía nada. Permitió que yo llorara para desahogarme, incluso le tiré las almohadas a la cara y lo abofeteé un par de veces. Nada de eso estaba funcionando para hacerme sentir mejor.
Pasé de la cama al suelo, del suelo al alféizar de aquella ventana que sólo me traía buenos recuerdos, del alféizar a la puerta del baño, de la puerta al interior. Me quedé sentada en la tina, con las rodillas pegadas al pecho y cubriéndome la cara con las manos.

Tristán no podía ser así. No podía estar lastimándome de esa manera.

—Sucedió después de haber salido del hospital —empezó a hablar. Él estaba apoyado en la puerta del baño, observándome en silencio—. Ella fue a visitarme.

—Y te pareció una buena idea meterla en tu cama.

—Estaba deprimido, Lexie.

—No justifiques tus decisiones con tu enfermedad.

Él suspiró y se cruzó de brazos. El verlo tan radiante me hacía querer vomitar. Tanto tiempo de haberlo acompañado a través de los peores momentos de su vida había sido en vano.

—No intento justificarme. Sé que aquello lo hice por idiota.

—Llamaste para decirme que me amabas y te presentas aquí para decírmelo como si fuera cualquier cosa... —la voz se me cortó. Estiré la mano para tomar una caja de pañuelos y me limpié las lágrimas esparcidas por mis mejillas—. Eres un desvergonzado.

—Te amo, de verdad te amo. Todo lo que dije es malditamente cierto.

—Sólo estabas arrepentido por tus actos y querías sentirte mejor contigo mismo —él iba a hablar, pero levanté la mano para interrumpirlo—. Y no vuelvas a decir que me amas. No te creo... Ya no te creeré nada.

—Lexie, por favor, no me abandones. Podemos pasar a través de cualquier cosa... Porque somos nosotros —no sé de dónde sacó el valor para adentrarse completamente en el baño. Se sentó a la orilla de la tina, y vi cómo su mano temblaba por el deseo de tocarme. Era todo tan obvio—. Por favor.

—No te abandoné cuando estabas enfermo porque realmente me necesitabas. Querías mi apoyo, mi comprensión y mi compañía. La tuviste. Tuviste todo de mí y te acostaste con tu ex novia —decirlo en voz alta me hizo reír. Reír sin gracia, por supuesto. Maldita sea—. Nada de lo que haya pasado en el último año parece haberte importado lo suficiente.

—Alexis...

—No me llames así —con destreza me puse de pie y esquivé su mano. Él se quedó en el mismo lugar—. De hecho... No me llames. No me llames más, Tristán. Vete, por favor. No te quiero ver.

En los ojos de Tristán | LIBRO IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora