CAPÍTULO 4

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Me aferro a la barandilla de las escaleras al mismo tiempo que trato de subirlas sin que mis rodillas, sin fuerza, se doblen y me impidan avanzar. Trato de aclararme la vista pero me resulta imposible, mi visión se va anulando lentamente al igual que mis otros sentidos. Apenas me sostengo pero intento de todas las formas posibles huir de la figura negra que me persigue. Noto como a cada segundo, mi casa se va llenando del gas que poco antes, el mismo encapuchado había liberado. Sólo conseguí subir cuatro escalones y ya me sentía agotada. Él ni siquiera se había preocupado por tratar de seguirme, simplemente me observaba tranquilo justo en el principio de la escalera.

Cada vez me desesperaba más. ¿Acaso se estaba riendo de mí?

Unos cinco minutos después, me rendí. Era inútil seguir resistiéndome. El gas hacía que mi malestar empeorara por momentos. Me senté en el escalón con notable esfuerzo dándole la cara al encapuchado. Intenté ponerle un rostro pero la verdad es que no me resultaba conocido. Era muy corpulento. A pesar de que aún me miraba con aire tranquilo, imponía bastante. Él seguía sin moverse por lo que algunas dudas comenzaron a asaltar mi mente. ¿Sería un ladrón, que venía simplemente en busca de algún objeto de valor o dinero? O ¿Quería algo de mí? Con esta última pregunta se me aceleró en corazón.

El hombre, levantó su brazo derecho y señaló hacia la puerta principal. Miré, y en ese mismo instante me arrepentí. Tres encapuchados agarraban las cuerdas que mantenían atados a dos hombres con la cara completamente desfigurada. Ni siquiera parecían humanos. La imagen era espeluznante. Ahora si desee con toda mi alma poder echar a correr.

El hombre de negro que todavía los señalaba, parecía satisfecho ante mi reacción. Noté que debajo del pañuelo con el que se cubría la cara, esbozaba una sonrisa. Casi sin poder controlarlo, las lágrimas caían por mis mejillas mientras sentía la impotencia de no poder moverme.

¿Quiénes son estos hombres? -pensé- ¿Acaso quieren hacer conmigo lo mismo que con esas personas?

El hombre que se encontraba frente a mí, decidió moverse al fin. Comenzó a subir los peldaños muy lentamente hasta situarse a pocos de centímetros de mí. Se agachó hasta tener su rostro frente al mío para poder observarme bien.

Aprecié en ese momento la cicatriz que tenía en el cuello. Era una "v" de unos cuatro centímetros. Parecía una quemadura, de hecho, era muy reciente.

Me acarició el pelo y ese instante, todo se volvió negro.

Viviendo entre extraños //EDITANDO//2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora