Viviendo entre extraños //EDITANDO//2019

CAPÍTULO 3

-Sabía yo que esto de las jirafas no era buena idea- digo asqueada mientras saco una toallita húmeda de mi bolso y me froto con fuerza la mano.

-No exageres Phoe, ¿solo porque una jirafa te ha rodeado la mano con su lengua juguetona de dos metros?

-Además fuiste tú la que insistió en darle de comer al bicho- dice Alba.

Me doy la vuelta indignada y veo un enorme cartel en el que pone:

"Queridas familias, acérquense al espectáculo de Penki y Laia, los delfines más simpáticos que podrán conocer. El show dará comienzo a las 19:00 ¡No duden en venir!

-¿Qué os parece?- digo señalando el cartel.

-Por mi genial, faltan sólo veinte minutos así que será mejor que vayamos ya para pillar un buen sitio- responde Marcos.

Echa a andar y Alba y yo vamos tras él.

Al llegar nos quedamos con la boca abierta. Nunca habíamos visto esa parte del zoológico. Lo habían ampliado tres años atrás y nosotros, llevábamos sin venir desde una excursión en el colegio hacía unos cinco años.

Aquello era enorme. Había gradas compuestas por cientos de asientos que rodeaban una enorme piscina situada en el centro. En ella, dos delfines nadaban libremente de un lado a otro. De vez en cuando, pegaban algún salto y una mujer vestida de neopreno les obsequiaba con pequeños peces que guardaba en un cubo.

Nos hubiera gustado estar en primera fila pero, todos los asientos estaban ocupados. Con suerte, conseguimos tres sitios en la quinta fila. La gente se daba empujones e incluso codazos por conseguir un buen sitio.

En todas partes hay gente así- pensé mientras resoplaba.

Empezó el show. No parábamos de reír. Los delfines hacían miles de acrobacias distintas en conjunto con dos hombres muy musculosos que indicaban a Penki y Laia lo que tenían que hacer para recibir su recompensa. Fue genial, nos sentíamos niños de nuevo.

Al finalizar la actuación, me separo un momento de los chicos para ir al servicio. Antes de entrar, me detengo en seco. A lo lejos, diviso a un chico alto y rubio que camina con paso acelerado. No puede ser. ¿Jack? Imposible. Ni siquiera sabría venir hasta aquí y mucho menos solo. Sin pensarlo, corro hacia el esquivando a la multitud de personas que se apiñaban en todo el camino. Ya estoy cerca. En ese momento, gira a la derecha. Al llegar, me quedo estupefacta. Abro los ojos como platos para confirmar lo que ya sé.

Allí no hay nadie.