Capítulo cinco

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Esa imagen sensual y la fogosidad que surgía del cuerpo de Ezequiel no impidió que se preguntara donde lo harían en caso que ella le permitiera avanzar un poco más, no había ninguna colchoneta o algún mueble, ¿se atrevería a hacerlo en el piso o sería capaz de insinuarle que lo hagan en el escritorio? Pero lo peor era que en vez de bajarse e irse o detenerlo sintió deseo, mucho deseo

Él se acercó y subió de un solo la falda de Marilyn hasta la cintura, estaba decidido a todo y no iba a permitir que ella se negara, ese gesto provocó que ella se asustara, sonrió interiormente al verla tan aterrada, notó que tenía un interior de encaje facilitándole las cosas, así que optó por arrancárselas y lo logró, se bajó el bóxer y de un solo la haló hacia el filo del escritorio.

La sangre del cuerpo de Marilyn bombeó a mucha más velocidad de lo normal, había visto en películas que las parejas lo hacían en todas partes hasta en mesas pero nunca lo había hecho de esa manera. Con su ex esposo solo lo habían hecho en la cama, se vinieron muchas preguntas a su cabeza entre ellas si era cómodo o posible hacerlo en esa posición. Se sentía tan inexperta y eso le dio mucha vergüenza, estaba ensimismada en sus pensamientos que no notó el momento que Ezequiel se abalanzaba contra ella para besarla y penetrarla con fuerza.

Lanzó un fuerte gemido debido a la sorpresa, el dolor y placer se hicieron presentes porque hacía cuatro años que no había tenido sexo con nadie y ya había olvidado el placer que se sentía, lo agarró con fuerza de su cuello. Empezaron a moverse al mismo ritmo como uno solo, ella lo atrajo con sus piernas alrededor de su cintura para que siguiera entrando en ella con facilidad, sus cuerpos empezaron a sudar.

Ezequiel no podía creer lo que estaba ocurriendo, solo había estado esperándola con la intención de ser correspondido con un beso pero estaba logrando más, mucho más. Al ver que ella le pertenecía y estaba dispuesta para él decidió avanzar más hasta estar dentro de ella, era tan fabuloso verla en la oscuridad con los ojos cerrados la cabeza hacia atrás moviéndose con frenesí para él. Sus pechos sudados subiendo y bajando era una imagen que nunca olvidaría, ella gemía y gritaba, era mejor de lo que él se había imaginado, sintió que estaba a punto de llegar al orgasmo y ella también. Su cuerpo se contraía sintiendo espasmos, no sabía si terminar dentro de ella o salir pero al sentir como su sexo lo apretaba decidió correrse dentro.

Marilyn no podía creer lo que había ocurrido, pensó que podía manejar la situación y que podía detenerlo cuando quisiera pero no fue así, el placer había sido superior a la razón a tal punto que dominó su cuerpo y cegó sus sentidos. Quería llorar, gritar, se moría de vergüenza, no se había comportado como una docente. Había gritado y gemido como una mujer desenfrenada, aun recordaba cómo se mezclaba el sonido de sus gemidos con el movimiento de sus cuerpos encendidos de pasión.

No podría verlo a la cara ni siquiera supo cómo pudo perder la razón y dejarse llevar por un adolescente con hormonas en descontrol y aceleradas. Lo peor fue cuando se dio cuenta que su blusa no tenía botones y no podría cerrarla, por lo menos la falda cubría sus inexistente interior, que ahora reposaban dentro del bolso ya que se las había roto y no las iba a dejar tirada en el recipiente de la basura del salón de clases.

No había pensado en el resultado, tuvo que llamar al guardián de la escuela para que les abriera la puerta ya que a esa hora pensando que no había nadie las habían cerrado y, aun no olvidaba como la miraba al ver que se sostenía con sus manos y bolso la blusa. Había perdido el control de su vida en ese instante.


Mientras Marilyn se lamentaba Ezequiel en cambio estaba en su cama con una sonrisa en su cara que no se la quitaba nadie recordando todo lo sucedido, sentía que flotaba en el aire. Aun no se había duchado porque quería conservar el olor de ella en su cuerpo, pero lo que más disfrutaba era pensar que no sería la última vez que la tendría en sus brazos de eso estaba seguro. Le gustaba mucho y quería hacer que eso que había empezado durara mucho tiempo más.


Todos estos sucesos dieron paso a una historia que ninguno de los dos pensó que avanzaría a esa magnitud, Marilyn juraba que aquella ocasión en el aula de clases había sido suficiente y que iba a ser su último encuentro íntimo. Ezequiel decía que iba a disfrutar unos cuantos encuentros más con ella.

Marilyn siempre decía que no iba a ir a otro encuentro clandestino pero siempre acudía puntual a la cita. Se sentía enamorada, jovial y siempre la veían con una sonrisa en su cara. Ezequiel empezó a amarla infinitamente, anhelaba siempre su compañía, ella le decía que se iba a cansar de ella pero era todo lo contrario, sentía que cada día crecía esa llama de amor que lo consumía.

Tal vez algún día Donde viven las historias. Descúbrelo ahora