Capítulo dos

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Los días pasaban igual que siempre solo que en esta ocasión había ocurrido un cambio, «Su desconocido» —como le llamaba —le había propuesto verse en una no muy concurrida cafetería de la ciudad. Su amiga Jessica le sugirió que fuera ya que no tenía nada que perder: si le gustaba el tipo que aprovechara y si no le atraía no pasaba nada, que lo bloqueara.

Marilyn no era una jovencita para incurrir a citas clandestinas, ya tenía treinta y cinco años; era madre, una maestra respetable y no veía correcto que se prestara para esos jueguitos. Así que estaba decidida a no asistir.


Por absurdo que pareciera estaba sentada en dicha cafetería y muy nerviosa como hacía tiempo no se sentía. Recordó por un momento efímero las pocas citas que tuvo con Samuel antes de casarse y lo mucho que la emocionaban. Creyó que pasaría el resto de su vida con él y ahora recién había superado su divorcio. En esta ocasión había decidido dejarse el cabello suelto con todos sus rizos porque según «su desconocido» la hacía ver más guapa y como quinceañera le había hecho caso, ahora se estaba arrepintiendo.

Miró otra vez su reloj y llevaba diez minutos atrasado, ahora se arrepentía de haber acudido a esa cita pero se lamentó aún más cuando vio entrar a Ezequiel. Sintió vergüenza, de seguro se daría cuenta que estaba en una cita cuando «su desconocido» llegara. Al parecer no la había visto y esperaba que no lo hiciera, vio cómo se sentó en una mesa miró su celular y sonrió, de seguro se había quedado de ver con alguna jovencita. De repente sus miradas se conectaron y ambos sonrieron y se saludaron.

Marilyn decidió pedir una bebida y se dijo que apenas se la terminara se iría, no iba a permitir esa humillación por más tiempo. En cuanto llegó su pedido vio que Ezequiel se iba acercando a su mesa con una cerveza en mano.

—Hola profe, ¿puedo sentarme mientras espero? —preguntó elevando una ceja.

—Por supuesto, siéntate.

—Y usted ¿Espera a alguien? —volvió a preguntar mientras bebía un poco de su cerveza.

—No, solo vine por un batido y me regreso a casa.

Ezequiel asintió levemente y dio un largo trago a su cerveza observándola detenidamente, nunca había tenido la oportunidad de verla tan de cerca y solo confirmó que tal como se había dado cuenta era una mujer hermosa. Sus rasgos eran perfectos, la forma de sus ojos y el color café resaltaban en su cara, pero luego vio ese destello de brillo labial en esa hermosa boca, de seguro tenía que ser glorioso besarla, pero al mirar su cabello suelto eso lo desarmó aún más, con sus rizos desiguales sería la imagen sexual perfecta al tenerla desnuda, sudada y encima de su cuerpo. Quería seguir imaginando muchas cosas más pero ella estaba a punto de terminarse el batido así que decidió hablar.

—Me alegro que haya venido, pensé que no lo haría.

Marilyn dedicó unos segundos a pensar en esas palabras, deseó con todas sus fuerza que la tierra se abriera en ese momento y se la tragara. Pero sobre todo deseó que estuviera interpretando mal y que «su desconocido« no fuese «su estudiante».

Los dos se miraron fijamente por varios minutos, minutos que parecieron eternos. Se rompió el silencio cuando Ezequiel decidió confesar que él era el desconocido que todas las noches le escribía.

Marilyn no pudo soportarlo y salió de la cafetería casi corriendo buscando su auto recordando que lo había dejado varias calles atrás, decidió correr como hacía tiempo no lo hacía.

Estaba a punto de llegar cuando sintió que tiraron de su mano y la presionaron contra un pecho y brazos fuertes, devorando sus labios una boca desesperada. No permitiría que ese muchacho tuviera posesión de ella, así que decidió forcejear tanto como fuera posible pero para su decepción mientras más luchaba, esos fuertes brazos más la sometían.

Dejó de luchar porque se dio cuenta que no iba a vencer, pero lo que no iba a permitir era darle acceso a su boca y así lo hizo, la cerró tanto como pudo.

Ezequiel luchaba para abrir esa jugosa boca y saborear todo lo que tenía para darle, estaba decidido a no perder, era un muchacho competitivo así que dándose cuenta que no tendría fácil acceso decidió tomar otras medidas; le mordió el labio inferior fuerte a tal punto que ella tuvo que abrir la boca para quejarse y en segundos él ya había arremetido contra esa boca que había soñado por años.

Recorrió todo su interior con su lengua embriagado de ese sabor y olor a sandía que el brillo labial le permitía saborear, también le sabía a chocolate por el batido que había bebido. Cegado por el deseo que lo envolvió soltó una mano y la subió a su cabeza para tocar ese hermoso cabello y acercarla más a su boca, situación que Marilyn aprovechó para soltarse de su agarre, darle un bofetón y subirse al auto. Ezequiel sonrió, el fuerte dolor en su mejilla no opacó el placer que sintió al besarla.

A unos metros de allí Marilyn decidió parar la marcha del auto al notar que Ezequiel no la seguía, el corazón se le quería salir por la boca. Se preguntó en qué momento le había pasado todo eso; estaba temblando y no sabía si era por haber corrido, por la adrenalina que aun sentía recorrer su cuerpo o por el beso tan frenético que había recibido.

Se tocó sus labios y los sentía hinchado junto a una punzada de dolor, se miró en el espejo del auto y notó que allí estaba la marca de la mordida. ¡Por Dios una mordida!, nunca nadie le había mordido los labios. Pensó en lo que debía decir al siguiente día cuando sus estudiantes o compañeros de trabajo le preguntaran sobre su labio hinchado. Esperó unos minutos hasta que su cuerpo se normalizara y decidió irse a casa.


Tal vez algún día Donde viven las historias. Descúbrelo ahora