Conocía aquel camino de memoria porque lo recorría casi todos los días, aunque pareciera extraño desde que se enteró del lugar de la tumba de Ezequiel siempre sentía la necesidad de ir a visitarlo, aunque estuviese en ese lugar frio y solitario.
Quizás eso la motivaba a ir, tampoco sabía si alguien además de sus padres lo visitaba. No quería que estuviese solo por mucho tiempo, la sola idea de pensar que se quedaba solo cuando ella se iba le partía el corazón en pedazos.
Cuando de oídas se enteró que traerían el cuerpo a la ciudad natal de un estudiante que había muerto en un accidente automovilístico, nunca pensó que aquel sería su querido Ezequiel. Ahora comprendía porque nunca vino a su encuentro, porqué nunca le contestó las miles de llamadas, ni porque la dejó sola. Se lamentó las muchas veces que lo maldijo y lo insultó por no saber nada de él.
En ese momento no supo si era mejor nunca haberse enterado de su muerte o aceptar su triste desenlace.
Aun recordaba aquel día, lloró tanto que no le importó quedarse sin lágrimas, la vida de Ezequiel se había esfumado de manera tan temprana, tenía tantas metas, aspiraciones que no pudo cumplir y una mujer que quería amarlo por mucho tiempo más. La vida algunas veces nos muestra solo su lado cruel. Pero aunque le costara admitirlo también pasó momentos únicos con él que atesoraría por siempre.
Ezequiel la hizo sentir viva nuevamente, le recordó que una mujer a pesar de su edad podía amar con mucha poderío y entrega. Y aunque sonara muy usado también le mostró que la edad no importaba para el amor, al final solo eran dos personas dispuestas a unir sus vidas intentando construir una historia.
Iba pensando en tantas cosa que no se percató que ya había llegado a la tumba de Ezequiel y al detenerse se dio cuenta que había una pareja allí, su asombro fue evidente cunado notó que eran los padres de él. Los reconoció de inmediato.
—¿Nos conocemos? —preguntó la madre de Ezequiel cuando Marilyn había intentado pasar de largo, era evidente que venía a la tumba de su hijo y tenía la mera idea de recordarla.
—Lo dudo señora, no creo conocernos —respondió. Marilyn no encontraba excusa alguna para decir la razón de estar allí parada o no sabía si seguir de largo aparentando buscar otro ser querido.
—Mi esposa nunca olvida un rostro —enfatizó Robert, el padre de Ezequiel, quien también tuvo la idea de conocerla.
—Bueno, tal vez cuando estuvieron en la escuela, soy maestra donde estudió su hijo. —Marilyn se sintió acorralada así que tuvo que admitirlo sin ninguna salida posible.
—Puede ser pero sigo pensando que la he visto también en otro lado. —dijo Azucena al intentar hacer memoria, estaba segura que si se esforzaba un poco más podría recordarla.
—Yo solo vine a dejarle unas flores a su hijo. —Las dejó a un lado porque aquel florero ya contenía flores frescas. También pensaba quedarse toda la mañana del día sábado pero con los padres de Ezequiel era imposible completar su cometido. Aquello la desoló.
—¡Que mal educados somos! —habló —. Mi nombre es Robert y el de mi esposa Azucena —le tendieron la mano para presentarse.
—Mi nombre es Marilyn, mucho gusto.
—Lo sabía —interrumpió la mujer —, sabía dónde la había escuchado y observado. —¡Usted tuvo una relación con mi hijo!
Marilyn pensó que se desmayaría cuando escuchó esa frase, intentó retroceder del impacto que aquellas palabras causaron en ella pero al hacerlo sus pies tropezaron con un objeto contundente que si no hubiera sido por la agilidad de la mano de Robert, hubiese caído completando el ridículo que estaba haciendo.
—Señora yo...
—No la estoy juzgando Marilyn, aunque le parezca extraño supe que mi hijo la amó mucho. Ahora que él ya no está no podría juzgarlo —su voz se escuchó entrecortada —, todo lo contrario, me alegro que haya sido feliz.
Aquel nudo en la garganta invadió nuevamente a Marilyn, no solo por escuchar decir que la amó Ezequiel sino porque aquellas palabras evocaron los recuerdos de aquellos días que fue muy feliz a su lado.
Robert miró las expresiones de Marilyn y llegó a la conclusión que ella también había amado mucho a su hijo. Era evidente la angustia que se le veía en su rostro.
—¿Quién les contó? —Marilyn tuvo que preguntar aquello porque se suponía que lo habían mantenido en secreto.
—Una compañera de la Universidad, ella estaba interesada y quería empezar una relación con mi hijo. Parece que ella insistía tanto que él le contó que estaba completamente enamorado de una mujer de nombre Marilyn —concluyó. Azucena vio la expresión de Marilyn y vio melancolía en su mirada.
Enseguida pensó en aquella joven que Ezequiel le había comentado que estaba interesada en él asumiendo que sería la misma.
—Lo siento —confesó Marilyn —, sé que no estuvo correcto lo que ocurrió entre nosotros; no solo por la diferencia de edad, sino porque fui su maestra.
—No tienes por qué disculparse, el amor no se fija en esas cosas, simplemente ocurren —intentó tranquilizarla —. También encontré algunas fotos en la habitación de mi hijo de ustedes cuando estaba almacenando algunas cosas —aguantó un sollozo —, se los veía muy feliz.
Marilyn no aguantó más y tuvo que romper en llanto, era la primera vez que podía llorar a Ezequiel delante de otras personas. Nunca había podido compartir aquel sentir con nadie. Su hijo nunca se enteró de aquella relación y tampoco pensaba contarle, prefería que solo quedara en su memoria.
Encontró refugio en los brazos de aquella mujer que por irónico que pareciera eran quizá solo unos años mayor que ella, se abrazaron como si se hubiesen buscado por años. Eso pensó Marilyn cuando aquel abrazo lo sintió tan cálido y sincero. Se separaron después de un buen tiempo ante la mirada emotiva de Robert.
—Lo único que les puedo decir es que también amé a su hijo, no tienen idea de cuánto.
—Me imagino. —comentó Azucena.
—Cuando quiera puede venir a la casa, quizá encuentre algo de Ezequiel que quiera tener de recuerdo. —Ofreció Robert
Marilyn sintió de nuevo la angustia al escuchar aquella muestra de cariño hacia ella y recordó que aún conservaba cierta ropa de Ezequiel, guardadas en una caja especial para que no perdieran su olor. Aquellas que sacaba una y otra vez para recordarlo y llorarlo.
—Es muy probable que vaya, tal vez algún día —habló. Marilyn pensó en la esperanza que le dejaran conservar algún perfume de él, pensar en aquello le hizo derramar una lagrima. No sabía cómo se sentiría si olvidara el olor de Ezequiel, aquel olor que lo recordaba como si estuviese con ella.
Para calmar su sufrimiento se imaginaba que Ezequiel estaba en la Universidad y que algún día iba a llegar, en el fondo sabía que eso no ocurriría pero aquello lograba aliviar su pesar. Ahora con los padres de él pensó que aquel sufrimiento iba a ser más llevadero.
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Tal vez algún día
NouvellesMarilyn y Ezequiel a pesar de sus diferencias de edad se amaron a tal punto que ni la muerte podría separarlos. 🎖Segundo Lugar en NuestrasEstrella del Cielo de @CieloDeEstrellas Gracias a @broken-dreams-29 y @MilethPineda por la portada.